La nueva realidad digital es como un espejo. Y en sí, lo es por la metáfora correcta. La vida digital es un pleno reflejo de lo que somos. De las luces y sombras. De nuestros súper complejos, nuestros sentimientos devaluados, límites inferiores y superiores. La vida digital refleja lo maravilloso que somos, que podemos ser y lo que aspiramos a ser.
Entonces, lavada digital actual masiva es un espejo digital que está frente a nosotros ya en todo momento. Está cerca de nosotros, a un lado de la lámpara de noche, muy a la mano para velarnos el sueño. Para despertarse casi al mismo tiempo que nosotros. Nos acompaña al baño, en los momentos más luminosos, acompaña nuestras perversiones y la maravilla del pensamiento humano.
Cada día noto muchos sucesos que determinan señales y semiótica muy clara de lo que somos y no somos como sociedad. Noto que mucha gente de a pié esta comprando seguidores. Muchos millennials, los de la generación Z y ya viejos analógicos como yo estamos comprando cada día más seguidores ficticios. Es tan fácil comprar seguidores fake que estoy seguro que cada vez será una práctica más frecuente.
“Paco, todos compramos seguidores en Instagram, es tan común, yo tengo en mi perfil más de 90 mil y en realidad tengo cerca de 40 mil. He comprado más de 50 mil seguidores para “apantallar” a las personas que invierten en mi como influencer. Con mil pesos puedes comprar miles de seguidores…”. Me cuenta mientras me tira una sonrisa cómplice, Constanza. La próxima productora de un comercial Digital Broadcast que estamos grabando en sábado con el equipo de producción. Será para una materia prima de alimentos orgánicos, enfocada a un mercado objetivo vegano y vegetariano.
Hoy por la mañana me encuentro con una infografía que toma como fuente a Twitter y Twitter Audit que publica y quita la máscara a algunos perfiles de algunos líderes de opinión digitales que cuenta cómo sus seguidores muchas veces son ficticios. Entre un 60 y 8% de los seguidores son una farsa. Por ejemplo, el perfil de @realDonaldTrump al día de hoy, tiene casi 50 millones de seguidores, de los cuales, según estas herramientas de observación y monitoreo de influencia, cerca del 37% de este capital de seguidores es falso. Si hacemos el cálculo sobre 50 millones de almas que supuestamente siguen y aplauden digitalmente a Trump, en la realidad 18 millones son falsos y su capital de influencia es de 32 millones de usuarios de Twitter. Sí es una diferencia notable pero, sin duda, es un reflejo de lo que está pasando por todos lados. Es muy probable que tu amigo y compañero de escritorio compre seguidores en Instagram para posicionarse como alguien popular en su entorno offline y online.
¿Por qué me invento seguidores en donde no los hay?
- Porque es un mecanismo de influencia y posicionanamiento de marca personal para millones de personas en el mundo. No necesariamente políticos o actrices del entretenimiento popular. Muchos de esos están muy cerca de nosotros en un entorno cercano, ya sea familiar o profesional.
- Porque ya existe una autoestima digital. Para muchos ya es realmente importante proyectar el éxito de nuestro capital digital frente a otros. Psicología del siglo 21.
- Porque es una herramienta de intimidación para políticos y perfiles influyentes en su sociedad local y mundial.
- Porque muchos nos dejamos sorprender por el número de seguidores en un perfil y no analizamos la interacción real que tiene cada perfil. Esto es, quién realmente comenta e interactúa con el líder de opinión a qué hora y por qué.
- Porque estamos a dos minutos de perdernos y no reconocer la realidad offline, de la realidad online.
¿Cuándo llegará el momento en que comprar seguidores ficticios será como correr a inyectarse botox o hacerse una operación estética para ganar puntos de autoestima?
