Recordemos que la pandemia de Covid-19 tiene un efecto dominó. Vamos desfasados un par de meses (o menos) de lo que sucede en Europa. Así que vaya que hay razones para alarmarnos. Hace unos días, España anunció que se iría a confinamiento de nueva cuenta. Y esta vez, al parecer, el encierro durará hasta mayo de 2021. Y con toque de queda… 

No hace falta ser epidemiólogo para saber que algo similar ocurrirá en México. Las camas ocupadas (el índice con el que se determina la fase del semáforo en que estamos) suben y suben y nada parece detener esa tendencia. Desde hace varios meses, la Secretaría de Salud advirtió sobre los rebrotes. Sin embargo, muchos (algunos por necesidad, otros por irresponsabilidad) continuaron con su vida normal como si no existiera el virus. Los resultados están por llegar. Entre las altas esferas ya se habla de que este fin de semana la Ciudad de México regrese a semáforo rojo. 

La pregunta es: ¿resistirá la economía otro golpe letal? 

Durante los siete meses que ha durado esta emergencia sanitaria, todos nos hemos encontrado con señales de que la economía va de pique. Por supuesto que los índices y las estadísticas oficiales importan, pero para la gente de a pie, las señales de la vida real valen mucho más. ¿Quién no ha ido a un centro comercial con locales vacíos? ¿Quién no pasa por calles enteras con letreros de “Se rentan oficinas”? ¿Quién no ha visto morir la tiendita de la esquina o la cafetería del vecino? ¿Quién no ha decidido ir a un restaurante y al llegar se percata de que el negocio ya no existe? ¿Quién no escucha la historia del amigo que se quedó sin empleo? ¿Quién no conoce la tragedia de quien ahora sólo cobra el 50% de su salario? ¿Quién no se ha enterado que miles de jóvenes no podrán titularse hasta nuevo aviso? 

La tragedia es mayúscula y ningún discurso oficial podrá revertirla. Estamos a punto de llegar a los 90 mil fallecimientos por Covid-19 y poseemos una de las mayores tasas de mortalidad de la región. Ciudad de México, el gran motor de la economía, está a punto de regresar a rojo. Cientos de miles de negocios tendrán que cerrar sus puertas otra vez. Noticia funesta para las familias que ya se han quedado sin ingresos debido al desempleo y para las que aún lo conservan, pero están en peligro de perderlo. 

De acuerdo con cifras del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), de marzo a agosto se han perdido 1 millón 185 mil empleos. Si a eso sumamos la cantidad de trabajos que se han perdido en la economía informal, la cifra podría triplicarse o hasta cuadriplicarse, si tomamos en cuenta que más de la mitad de la población total trabaja en ese sector. 

Hace algunas semanas, Banco de México (Banxico) estimó que México sufrirá, a finales de año, su peor contracción desde 1932, con una caída de 8.8% este 2020. Por eso, hoy más que nunca, es fundamental apoyar la economía local. Es el único camino que ha tenido la sociedad cuando suceden guerras, pandemias o cualquier otro tipo de emergencia. Si tenemos a un vecino que tiene una panadería, comprémosle a él. Si sabemos que una señora hace comidas para sostenerse en estos momentos, consumamos con ella dos veces a la semana. Quizás no está en nuestras manos mejorar las perspectivas de Banxico, pero sí que nuestros cercanos tengan un plato de comida en sus mesas todos los días. 

La responsabilidad civil es la otra opción que tenemos. Respetemos las medidas sanitarias para que la pandemia se extienda lo menos posible. Porque cuando regresemos a semáforo rojo, el pesimismo volverá a nuestras conversaciones, a nuestros trabajos, a nuestras vidas.  Y si la economía no aguanta, nosotros sí que tendremos que hacerlo.