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Alvaro Rattinger

El pueblo tiene el gobierno que merece

Vivimos en momentos de posverdad. Es decir, la distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales.

Probablemente una de las frases más utilizadas al hablar de política. “El pueblo tiene el gobierno que merece” emana de la idea de que la democracia lleva al poder a exactamente la persona que la mayoría eligió. Argumentaría que esta frase es una total mentira en la era de la comunicación política moderna. En realidad se trata de “El pueblo tiene el gobierno que piensa que merece”. 

La lógica es simple, la comunicación moderna ha permitido que los políticos comuniquen mensajes de amplio espectro. Por ejemplo: primero los pobres. Es difícil que una persona no coincida con esa frase, o “debemos acabar con la desigualdad” también se trata de algo en lo que muchos podemos estar en sintonía. No sólo es Andrés Manuel López Obrador, también Donald Trump con “Make America Great Again”, un slogan publicitario mas que una profunda propuesta social. Ojalá se limitara a estos dos países, Gabriel Boric, presidente de Chile utilizó la frase “para vivir mejor” en la competencia de la segunda vuelta. Este fenómeno no es nuevo, Felipe Calderón en México utilizó algo similar “Para que vivamos mejor”.

Las frases y slogan políticos de amplio espectro no son nuevos, lo que ha cambiado es la metodología de comunicación. El uso de redes sociales ha permitido promover esos mensajes de manera ventajosa al electorado. El discurso político ha llegado a niveles insospechados, en el caso de Donald Trump la venta de productos de su marca política, —el famoso merch— dedicó en excesos como la Trump Store (https://www.trumpstore.com/collections/magacollection/) en la que una gorra roja como la que usaba el Presidente cuesta 50 dólares.

Es interesante que en el caso de productos de consumo, el gobierno demanda que se coloquen octágonos de valores nutritivos. Sendas campañas dedicadas a que “el consumidor puede conocer lo que realmente tienen lo productos”. No hay mayor vergüenza en pedirle a un cereal que agregue un letrero “alto en azúcares”. Coincido que es necesario advertir al consumidor de publicidad engañosa.

Posverdad: ¿El pueblo quiere el gobierno que merece?

Deberíamos agregar letreros que señalan el nivel de cinismo de los presidentes y dirigentes políticos. Sería interesante ver un letrero “Alerta: información imprecisa” antes de cada conferencia de prensa. ¿Cuándo fue la última vez que un proyecto se acabó en tiempo y presupuesto en una democracia moderna? Por ejemplo, según la revista Obras, el AIFA inicialmente costaría 75 mil millones de pesos, después subió a 88 mil millones, pero terminó en 110 mil millones. Me parece que lo mismo sería cierto con el muro entre EEUU y México. Según el Texas Tribune el muro de Trump costo cinco veces más que en gobiernos anteriores.

Es evidente que la práctica de gobernar es imprecisa y presupuestar obras complejas tiene un grado de error. También es cierto que realizar reformas constitucionales conlleva un desgaste político. Pero, es evidente que existe una desviación brutal entre el discurso y realidad. Por ejemplo, hemos perdido la capacidad de llegar a un acuerdo sobre el número de personas que se presentan a un evento. En México, el presidente cuenta 60 mil asistentes a la manifestación del INE, Donald Trump contaba millones presentes en su inauguración. Vivimos en momentos de posverdad. Es decir, la distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales. Oxford la define cuando “los hechos objetivos tienen menos influencia en definir la opinión pública que los que apelan a la emoción y a las creencias personales”. 

En esta época de posverdad cada ser humano tiene derecho a su propia realidad y en ese sentido es imposible hablar de una democracia responsable, mucho menos cuando cada presidente puede crear verdad on-demand. 

 

La población no puede seguir cargando la responsabilidad de la mentira patológica de los dirigentes globales. Es re-victimizar a la víctima. Ya se sufre por las decisiones de los gobiernos para además ser responsable de sus acciones. Todo en el mundo ha cambiado para reflejar la velocidad de los medios digitales; no obstante, el mundo político se ha quedado igual. Sería maravilloso poder bloquear a un diputado o senador si encuentras deshonesto su mensaje como lo harías con el Fake News en Facebook. Sucede todo lo contrario, la posverdad crea mas personas desorientadas, también crea más insatisfacción. Cómo podría una persona estar feliz al final de 12 años de posverdad. Tarde o temprano se cae la cortina del teatro y se ven las maquinarias que construyen la manipulación, así sucedió en la Unión Soviética. ¿Por qué no sucedería en las democracias digitales modernas?

Existen sólo dos soluciones, en un extremo los políticos dejan de utilizar medios masivos destinados a productos de consumo y comunicación social como Facebook, Instagram o TikTok. La alternativa es que se subordinen a las mismas regulaciones que estos productos cumplen para promoverse. Es ridículo que el alcohol tenga más restricciones que un político. Me parece que una mala elección de un político es más grave que cualquier exceso de azúcar.

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