En octubre del año pasado vino un amigo chileno, nos vimos en Guadalajara. Le recomendé ampliamente ir a ver un partido de futbol, precisamente un Atlas contra Cruz Azul; le dije que en ningún lugar del mundo iba a disfrutar tanto un encuentro deportivo.
Estoy muy arrepentida. Mi recomendación fue con una muy buena intensión, pero tras los lamentables y dolorosos hechos ocurridos el sĆ”bado pasado en QuerĆ©taro reflexiono acerca del espejismo del ābuen ambienteā de los estadios en MĆ©xico:Ā la Liga MX se encuentra en el lugar 29 del mundo, muy lejos de ser una liga Ć©lite segĆŗn la International Federation of Football History and Statistics (IFFHS). Pese a ello, el futbol mexicano genera mĆ”s de 100 mil millones de pesos al aƱo y representa 54 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) que aporta toda la actividad deportiva, asĆ como el 25 por ciento del PIB generado por la industria del entretenimiento en todo el paĆs, de acuerdo con la consultora Grupo de Economistas y AsociadosĀ (GEA). AsĆ es de poderosa esta industria que no coincide con su rendimiento.Ā
La experiencia en el estadioĀ
Ir al estadio es una experiencia folclórica, colorida, romantizada y llena de corrupción. La experiencia inicia con la compra de boletos: cuando se trata de partidos llamativos es imposible adquirirlos en la taquilla fĆsica u online asĆ que la opción que todos conocemos es acercarte al estadio; no importa si es en Guadalajara, Monterrey, Ciudad de MĆ©xico o cualquier otra ciudad, la operación es la misma, esperar a que lleguen los revendedores con los que se puede adquirir boletos hasta en tres veces su precio. Un intercambio a la vista de todos, incluidas las autoridades.Ā
DespuĆ©s, en el estacionamiento, otro āmocheā para que te cuiden el coche y cuando salgas no lo encuentres estacionado sobre cuatro ladrillos. En los puestos instalados en la vĆa pĆŗblica (con su respectivo moche), es posible adquirir cualquier tipo de mercancĆa apócrifa con precios mucho mĆ”s bajos a diferencia de los artĆculos oficiales.Ā
Una vez adentro todo es un gran negocio: venden cigarros, sopas instantĆ”neas, llaveros, pizza, refresco y mucha, mucha cerveza rebajada. El problema no es el negocio sino la falta de retribución, por ejemplo, los estadios tienen instalaciones sanitarias inmundas, de verdad indignas para cualquier ser humano; quedo mĆ”s que claro que no hay seguridad, no hay protocolos en caso de sismo, no hay rutas claras de evacuación, no hay cĆ”maras de seguridad, no hay Ć”reas para personas con discapacidad, y sólo hay una o dos ambulancias para aforos que rebasan 50 o 60 mil personas.Ā
Todos somos cómplices, pues hemos permitido que crezca esta industria que se mantiene a flote porque 78 por ciento, es decir, 100.5 millones de mexicanos asisten al estadio y, de ellos, la gran mayorĆa lo hace tres veces aƱo.Ā
Los intereses son muchos y estĆ”n miles de millones de pesos en juego por ello, seguramente el futbol permanecerĆ” aĆŗn con su mediocridad a nivel de cancha y con el mal trato, por decir lo menos, a los aficionados.Ā
El sĆ”bado negro del futbol se registraron 26 personas lesionadas en el estadio La Corregidora. SegĆŗn las autoridades no hubo personas muertas como resultado de las agresiones entre las barras de aficionados, situación que muchos han cuestionado despuĆ©s de ver las imĆ”genes de violencia salvaje que circulan en las redes sociales.Ā
Que se dice en el mundoĀ
Las imĆ”genes no sólo le dieron la vuelta a MĆ©xico, tambiĆ©n al mundo, en diarios de Argentina, Chile, EspaƱa, Inglaterra, Italia y EspaƱaĀ retomaron la información con encabezados nada alentadores, lo que no es nada bueno para un paĆs que pasó a ser el tercero mĆ”s visitado en el mundo y el dĆ©cimo cuarto en captación de divisas turĆsticas, segĆŗn datos delĀ Barómetro del Turismo Mundial, de la Organización del TurismoĀ (OMT) hasta diciembre de 2020.
Ir a un partido de futbol en MƩxico implica mucho mƔs que portar los colores de tu equipo en una playera, conlleva dinero, puestos de trabajo y la seguridad de todos. Que sea lo acontecido en QuerƩtaro un parteaguas que logre un cambio en el que se logre el respeto a la integridad del aficionado.