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Publihistorias: Chapultepec, un oso, un fotógrafo, una grasa para zapatos

En la década de los años 20 se inauguró el Zoológico de Chapultepec y Prisciliano Pérez trabajaba en el parque tomando fotos, una de las grandes impresiones de su vida fueron los osos polares que llegaron al zoológico. La belleza de este animal, lo llevó a nombrar su empresa El Oso.

Jalpan de Serra en el corazón de la Sierra Gorda es un pueblo de Querétaro fundado en 1744 y en el que se encuentra una de las misiones que fundaron los franciscanos y que son atribuidas a Fray Junípero Serra, las otras cuatro son Tilaco, Tancoyol, Landa y Concá. Es en ese pueblo donde inicia la historia de una de las marcas más conocidas y obviadas por los mexicanos.

La vemos todos los días en la calle en las sillas donde los boleros se disponen a dar grasa a los millones de mexicanos que gustan de bolear o dar brillo a sus zapatos mientras hojean el periódico o revista que les ofrece el boleador o simplemente platican con el trabajador o mirar a los transeúntes pasar deprisa a sus destinos mientras desde la silla con el tiempo detenido el cliente se mantiene impávido, como música de fondo se escucha el rechinido del trapo al impregnar de manera correcta la grasa sobre el cuero del zapato. Esa grasa viene en una pequeña latita circular con un oso polar en la tapa, y uno siempre se pregunta que tiene que ver un oso con el betún para limpiar el calzado. La historia es sencilla y tiene que ver con el trabajo que ejercía el hombre que fundó la empresa de grasa para calzado El Oso y lugar en el que trabajaba. Tiene que ver también con creatividad y un espíritu emprendedor.

Prisciliano Pérez Buenrostro nació en Jalpan de Serra y por las mismas razones que millones de personas migran a la capital del país en busca de fortuna, y más en los convulsionados días de la Revolución Mexicana, abandonó su terruño. No es claro cuál fue su primer trabajo en la Ciudad, de acuerdo con algunas fuentes trabajó en una ferretería, pero en una entrevista con su nieto, Mario Alberto Pérez Lozano, en el diario El Universal se dice que Prisciliano trabajó en una fábrica dedicada a la manufactura de grasas para zapatos llamado El Águila, lo cierto es que haya sido donde haya sido la historia dice que Prisciliano Pérez notó el desperdicio de grasa que se generaba con el envasado, y como esta grasa en un estado líquido se quedaba sin utilidad alguna, él consiguió el permiso de sus jefes para envasarla y comercializarla por su cuenta. En un principio lo hacía de puerta en puerta y como un dinero extra.

En la década de los años 20 se inauguró el Zoológico de Chapultepec y Prisciliano Pérez trabajaba en el parque tomando fotos, una de las grandes impresiones de su vida fueron los osos polares que llegaron al zoológico. La belleza de este animal, lo llevó a nombrar su empresa El Oso. El negocio quedó listo en 1922 y ese año marca la fundación oficial de El Oso, aunque Prisciliano ya comercializaba su producto unos cuatro años antes. El logo tradicional de la empresa muestra un ejemplar de este magnífico animal, con el paso de los años se ha modificado poco el oso, su mayor cambio es que el per l al inicio era a la izquierda y hoy es a la derecha, lo que ha cambiado más es el diseño alrededor del oso. La fórmula de la grasa fue premiada en la feria de Milán ese mismo año por su gran calidad.

La historia de El Oso es una de adaptación al cambio, pero además de innovación para tener una empresa en muchos sentidos autosuficiente. Casi todas las marcas de grasa para zapatos se vendían desde las primeras décadas del siglo XX en pequeñas latas cuyas tapas embonaban, incluso algunas tenían un seguro para abrir- se, Prisciliano aconsejado por su hijo Alberto Pérez decidió que para no depender de nadie su empresa también tenía que dedicarse a fabricar todos los insumos relacionados con su producto, por lo tanto, comenzó a fabricar sus propias latas. Lo más importante fue asociar su marca con el consumidor correcto. Los esfuerzos para la venta y el posicionamiento de la grasa para zapatos de El Oso no se dirigieron al consumidor particular, ni a la madre de los niños que debían de llevar zapatos lustrosos a las escuelas todos los días. No, El Oso apuntó a los boleros como sus principales consumidores, con un producto barato y de calidad y excelente política de precios aun frente a las diferentes crisis económicas que sufrió México en las últimas décadas del siglo pasado, El Oso está perfectamente posicionado entre los profesionales del sector. Los artículos que guardan los boleadores en sus cajones y en sus sillas de trabajo llevan el logo del plantigrado. Gracias a estas estrategias a lo largo de 96 años la marca fundada por Prisciliano Pérez Buenrostro ha desplazado a muchas marcas nacionales y extranjeras.

El Oso en 2018 tiene una participación mayoritaria en el mercado de la grasa para zapatos y una participación menor en el mercado de ceras líquidas. Produce otros productos relacionados con la limpieza y mantenimiento del calzado y exporta a países de Centro América, el Caribe y Europa.

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