En días pasados se difundió un listado de las 50 ciudades más peligrosas del mundo. El hallazgo más preocupante de ello, es que entre las 10 primeras, 9 se encuentran en el territorio nacional. Colima, Zamora, Ciudad Obregón, Zacatecas, Tijuana, Celaya, Uruapan, Ciudad Juárez y Acapulco. Para determinar el lugar en el listado, se calculan el número de homicidios registrados por cada 100 mil habitantes. 

Las ciudades mexicanas que penosamente ocupan este top 10 se encuentran en 8 entidades de la República Mexicana: Colima, Michoacán, Sonora, Zacatecas, Baja California, Guanajuato, Chihuahua y Guerrero. 

Nuestro liderazgo en esta lista no es reciente. No obstante, lo que sí es reciente es el cambio en la política de seguridad que enfrenta el Gobierno de México en la búsqueda de pacificar al país. Para ello, entre muchas asignaturas necesarias, se busca reconstruir el tejido social, buscando que el fortalecimiento de valores y su arraigo permitan -en conjunto con otras estrategias- territorios menos violentos.

La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, ha promovido a través de distintas iniciativas, la prevención del crimen a través de la práctica deportiva. Se busca la paz utilizando al deporte como herramienta principal.

El deporte suele ser un extraordinario recurso que permite promover en la juventud valores, principios y habilidades que, junto con otros elementos, les permitan una vida más sana y alejada de los riesgos que pudieran redundar en violencia y delincuencia. 

Es el deporte una manera de fomentar la tolerancia, la convivencia, el respeto, la educación, la inclusión social y por supuesto la salud. Obviamente solo a través de la cultura física y el deporte no es posible pacificar un país, pero sí es una poderosa herramienta, que en conjunto con otras, puede representar un cambio radical en la construcción de una sociedad. El fortalecimiento del deporte profesional y amateur en los municipios que rodean esas 9 ciudades con una estrategia de largo plazo que permita alejar a los jóvenes de las redes de violencia que tejen los delincuentes para atraparlos, es una asignatura pendiente por la que debemos apostar. 

Apostemos por el deporte, para construir ciudades más seguras.