En nuestro país, la violencia digital, particularmente el ciberacoso, afecta a una proporción significativa de la población. Estudios recientes indican que alrededor del 21% de los usuarios de Internet en México (más de 18.4 millones de personas de 12 años y más) han experimentado alguna forma de ciberacoso, y de estos, aproximadamente la mitad son mujeres.
La violencia digital se refiere a cualquier acto de agresión, acoso, o vulneración de la intimidad de una persona a través de medios digitales. Este tipo de violencia puede manifestarse en diversas formas, como el ciberacoso, la difusión de contenido íntimo sin consentimiento, la suplantación de identidad, entre otros. Las consecuencias pueden ser graves, incluyendo daños psicológicos, emocionales y sociales para las víctimas.
El ciberacoso puede manifestarse de diversas maneras, incluyendo el acoso, la extorsión, los insultos y la difusión de información privada. Las redes sociales son las plataformas donde más se percibe la violencia digital, seguidas por WhatsApp y las llamadas telefónicas.
La violencia digital puede causar enojo, desconfianza e inseguridad en las víctimas. En la mayoría de los casos, las víctimas de ciberacoso desconocen a sus agresores.
Héctor Benítez Pérez, titular de la Dirección General de Cómputo y de Tecnologías de Información y Comunicación (DGTIC) de la UNAM, considera a la violencia digital como “uno de los retos más urgentes, que tiene consecuencias graves, profundas y en muchos casos ignorados”. Para ello, dice que “debemos asegurar que el uso de la tecnología se guíe por principios de ética, respeto, inclusión, equidad y responsabilidad social”.
Las consecuencias de la violencia digital pueden ser el daño psicológico y emocional, manifestado en ansiedad, depresión y estrés postraumático, entre otros síntomas, que derivan en problemas de autoestima y autoconfianza. También provocan el aislamiento social, reflejado en la dificultad para relacionarse con otras personas, tanto en línea como fuera de línea. Esto puede derivar en la pérdida de oportunidades, dificultad para encontrar empleo, estudiar o participar en actividades sociales y en la afectación en las relaciones personales, familiares y laborales.
Entre los tipos de violencia digital figuran el ciberacoso y el hostigamiento en línea, por medio de Intimidación, amenazas, comentarios abusivos, etc., dirigidos a una persona, la difusión no consentida de contenido íntimo, como compartir imágenes, videos o audios íntimos de una persona sin su consentimiento. También la vulneración de datos y suplantación de identidad para tener acceso a información personal, sin autorización, o hacerse pasar por otra persona.
El discurso de odio es otra forma de violencia digital. Utiliza lenguaje ofensivo y despectivo hacia una persona o grupo, fomentando la discriminación y la violencia.
También figura el grooming, que es la interacción de adultos con menores de edad para obtener contenido íntimo o sexual; el stalking digital, que es el acoso y seguimiento constante de una persona a través de medios digitales; y el shaming y doxing, que ocurren mediante la publicación de información personal o humillante para avergonzar o causar daño a alguien.
Durante el 4º Foro Universitario contra la Violencia Digital, Guadalupe Barrena Nájera, titular de la Defensoría de los Derechos Universitarios, Igualdad y Atención de la Violencia de Género advirtió que “a esta realidad se suma el fenómeno emergente del uso de la inteligencia artificial (IA) para generar contenidos de violencia digital como los deepfakes (videos, imágenes o audios generados por IA que imitan la apariencia y voz de una persona), creados sin su consentimiento. Estas prácticas, además de violar la privacidad, afectan la forma profunda de la dignidad de quienes las padecen”.
La violencia digital es un problema creciente que requiere la atención y el compromiso de todos para prevenirla y combatirla. Es importante recordar que todas las personas tienen derecho a un entorno digital seguro y libre de violencia.