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Carlos Bonilla

Los populistas, de izquierda o de derecha, utilizan el mismo modelo de comunicación

“Me encanta la gente con pocos estudios. En el fondo somos nosotros los listos”, dijo públicamente Donald Trump durante una concentración.

Martin Amis afirma en uno de sus libros que “Vivimos… una especie de Contrailustración”, lo que ahora conocemos como populismo, movimiento que supuestamente atiende y responde “a los intereses y las opiniones de la gente de a pie”. Los populistas sostienen que “la gente de a pie sabe lo que le conviene; las multitudes son sabias”.

José Woldenberg evoca el origen del populismo en la “contrailustración”, movimiento que surgió en la Alemania de finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX contra el racionalismo, el universalismo y el empirismo comúnmente asociados con la Ilustración, que atacó los enciclopedistas e hizo una guerra sucia para impedir la difusión de las ideas de la Ilustración en la segunda mitad del siglo XVIII.

Amis dice que vivimos una potente ola en sentido contrario y que ella es el nutriente de eso que denominamos populismo, una expresión política que prescinde del conocimiento y la razón para expresar supuestamente los intereses y opiniones de la gente de a pie, es decir, el sentido común instalado.

Durante muchos años las izquierdas y derechas de matriz ilustrada intentaron apoyarse en los conocimientos certificados de la época para delinear sus propuestas y políticas. Pero ello estorba al populismo, porque éste se apoya, expresa y explota todo tipo de emociones para robustecer su poder. La razón puede resultar un estorbo. Por ello, los gobiernos populistas de izquierda o de derecha siguen el mismo modelo de comunicación, que Rubén Aguilar Valenzuela resume en 10 puntos:

 

  1. Utilizan medios directos para comunicarse. Pueden ser las redes sociales, las conferencias de prensa o las cadenas de radio y televisión. Esto con el propósito de establecer un contacto cercano y de primera mano con sus seguidores y también de minimizar el papel de los medios independientes.
  2. Establecen la agenda sobre lo que se discute en los medios. Todos los días saben dar la nota. Es parte de sus habilidades. Así logran que de manera permanente, incluso intensa, los medios hablen de ellos y multiplican su presencia pública. Los medios se convierten en caja de resonancia de sus mensajes.
  3. Exageran, dicen medias verdades o francas mentiras que se multiplican todos los días. Construyen la realidad como ellos y los suyos la quieren ver. Los hechos y los datos se acomodan a su narrativa. Viven en una realidad alterna lejos de lo que ocurre en la vida cotidiana. En ella se sienten cómodos y seguros.  
  4. Hablan sólo a los suyos y dicen lo que éstos quieren oír. Evitan cualquier tema que les pueda molestar. Los que no simpatizan con ellos no son reconocidos como interlocutores y no hacen ningún esfuerzo por acercarse a quienes no sean sus fieles seguidores de su liderazgo carismático.
  5. Establecen que los suyos son los buenos ciudadanos, los patriotas, el pueblo verdadero y los que quieren el bien. Los otros son traidores de la causa del pueblo y por eso están en el campo del mal. A estos se les califica, entre otras cosas, de comunistas o conservadores y esto depende si el gobernante se dice de derecha o izquierda.
  6. Polarizan a la sociedad. La dividen en dos en razón de las necesidades de su discurso: de un lado los buenos (pueblo) y del otro los malos (quienes no son pueblo). Los primeros son quienes de manera incondicional y religiosa están conmigo y los otros todos aquellos que no me rinden pleitesía. No se reconoce la existencia de adversarios políticos o de quien piense diferente, éstos en cualquier caso son enemigos.    
  7. Tienen siempre un enemigo al que responsabilizan de todos los males del pasado y también del presente. Estos gobernantes nunca asumen sus errores o malos resultados de su gestión. Siempre hay un culpable de que las cosas vayan mal y son los enemigos. Éstos cambian de acuerdo con las necesidades del discurso. Pueden ser los empresarios, los medios, los intelectuales, los periodistas, los científicos, los artistas…   
  8. Utilizan un lenguaje religioso. Dios, su Dios, forma parte esencial de su discurso. En Occidente esos gobernantes desde sus propios intereses políticos, también personales, seleccionan pasajes bíblicos que se acomodan a lo que necesitan, para la ocasión. Dios está con ellos y los suyos. Dios, por tanto, no puede estar con los otros. El Dios de éstos es falso. 
  9. Insultan y descalifican a quienes consideran sus enemigos. Sin reparo alguno levantan falsos testimonios. A sus enemigos los acusan sin pruebas. Lo importante es que la acusación concuerde con el relato que quieren posicionar. Hay un uso político y discrecional de la ley y las instituciones que la hacen valer.
  10. Descalifican sistemáticamente a los medios de comunicación. No respetan la libertad de expresión. A los medios que los critican y no los alaban los acusan de panfletarios, de conservadores o comunistas según si el gobernante se define de izquierda o de derecha.

 

Los gobernantes populistas se parecen, sin importar su tendencia ideológica. El modelo de hacer política y de comunicarse es similar, siguen un mismo esquema. 

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