Nicolás Maquiavelo, el fundador de la ciencia política sostiene en su obra El Príncipe, escrita en 1532, que para ejercer el poder hay que hacerse temer, pero también hacerse amar.
En el análisis de esta semana, teniendo en el radar al conflicto entre Rusia y Ucrania, mismo que subió de tono en las últimas horas, los gobernantes del mundo deben decidir con seriedad y altura de miras, qué resulta mejor para conservar el poder: infundir el temor o aplicar el amor que lleve a la armonización social. Personalmente me inclino por la segunda.
Bajo un enfoque “buenista” de la premisa, debemos creer que es mejor ser amado que ser temido, porque esto permite ganarse la buena voluntad de los ciudadanos aplicando positivas y bien intencionadas políticas públicas. Lo anterior, sucede en un plano ideal, más hoy quedó claro que el poder mal entendido, también envilece las mentes.
Es difícil de asimilar para nuestra generación y la de los más jóvenes que estemos a nada de presenciar una nueva guerra que ahora tiene como actores principales a las superpotencias, y que cuenta con la gran caja de resonancia de los medios digitales, lo que no augura nada bueno para el futuro del orbe.
Bajo este contexto, mi hija expresó seriamente…”A mí nunca me había tocado una guerra”… seguramente esta y otras interrogantes similares se repetirán en muchos hogares y aulas de clase y habrá que referirnos al mismo abordando las consecuencias que el conflicto bélico tendrá en los temas económicos, sociales y políticos.
En cuanto al cabildeo del conflicto entre los jefes de estado del G-7, coalición de países desarrollados del cual Vladimir Putin fue expulsado, éste resultó infructuoso, pues poco a poco, el líder ruso dio más pasos hacia el estallamiento del conflicto que hacia las posibles soluciones.
Lo que viene ahora es el pronunciamiento de los países a través de sus líderes sobre a qué bando apoyar. Rusia dejó ver que China pudiera estar más de su lado, de acuerdo a lo que vimos en los Juegos Olímpicos de invierno en Beigin a los que ya se les llama los Juegos Geopolíticos, dado que Putin acudió a los mismos llevándose la foto de la reunión con Xi -Jinping que habló más que mil palabras.
En lo que toca al rol de nuestro país en el conflicto, me quedo con la frase del canciller Marcelo Ebrad al cual cito: “Nosotros le apostamos más a la política que a la fuerza”.
Lo cierto es que ahora vemos una nueva historia que nos encamina hacia un desorden mundial, mismo que alterará la paz y la tranquilidad.
Abandonamos, con el lanzamiento de los primeros misíles rusos, la sana intención de construir un nuevo orden geopolítico que nos permita conservar la cordura y el desarrollo.
Moisés Naim, que habla en su libro El fin del poder acerca de la fragmentación del mismo, tendrá que reescribir un nuevo capítulo sobre la concentración de éste y sobre el conflicto, Vladimir Putin tiene mucho que aportar.
Nos encontraremos más adelante.