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Alvaro Rattinger

Estamos frente a un cambio de paradigma laboral. El futuro del empleo se parece mucho a la cuarentena global.

Cada crisis mundial trae consigo fuertes cambios en el comportamiento del consumidor, los gobiernos y por supuesto las empresas. Entre 1929 y 1933 la tasa de desempleo en la Unión Americana alcanzó 24.9 por ciento según cifras del US Census Bureau, se estima que el producto interno bruto mundial se contrajo en un 15 por ciento. Tan sólo los estados unidos vieron un descenso del 65 en el comercio internacional. Estas cifras son a la fecha la peor crisis a la que se ha enfrentado el mundo. Sin embargo, todo esto podría cambiar con el COVID19. El mundo se enfrenta a la primera cuarentena mundial de la historia, el problema apenas comienza ya que la mayoría de los países fuertemente afectados son parte del primer mundo. México es de los primeros países arriba de 100 millones de habitantes y una economía en desarrollo en enfrentar el problema.

El contraste con la Unión Americana no podría ser mayor, mientras que el gobierno norteamericano anuncia un plan histórico para mantener a la economía a flote, en México se exige a las empresas mantener en nómina al personal, sin importar que la demanda ha desaparecido en gran parte de las industrias. En gran medida es posible que los analistas del gobierno vean un problema mayor y que no estén preparados para resolverlo si las empresas comienzan con despidos masivos. El tema es inevitable, ya sea de la mano de una declaratoria de emergencia sanitaria o a través de despidos masivos, las empresas buscarán tratar de sobrevivir la crisis económica y sanitaria. El problema se puede identificar en la inacción del gobierno o la sobre reacción de los empresarios, siendo igualmente graves las dos. No obstante la raíz del problema surge en un tema de mayor envergadura que la mayoría de los gobiernos han evitado mencionar. El mayor riesgo a la salud y economía del mundo es el gig economy o economía basada en empleos eventuales a partir de plataformas tecnológicas.

Gig Economy en tiempos de cuarentena

Internet ha sido una bendición para el mundo y de su mano la llegada de aparatos móviles que permiten a los usuarios tener acceso a toda la información y servicios. Esta tecnología también ha detonado en los últimos 10 años la posibilidad de eliminar al intermediario de caso todo servicio. Ahora no necesitas un sitio de taxis, puedes ir directamente a un Uber. Lo mismo sucede con UpWork o TaskRabbit que permiten contratar profesionales directamente en el mercado, no olvidemos a Rappi o Postmates que envían comida directamente al hogar. En los tres casos el consumidor se beneficia de servicios directamente entregados por personas sin necesidad de una estructura corporativa. El gig economy tiene muchas ventajas, menor barrera de entrada y precios más bajos para el consumidor final. Sin embargo, tiene un perjuicio importante, no hay redes de contención social. Es decir, estas empresas carecen de mecanismos para soportar problemas como el COVID19. Pensemos. En Uber, los choferes no tienen ningún tipo de prestación o cobertura social, son considerados profesionistas; sin embargo, profesionistas que cobran muy poco, tal vez menos que el chofer del sitio de taxis.

Por ejemplo, Uber ha solicitado a la Casa Blanca y a los líderes del Congreso de la Unión Americana incluir asistencia financiera para conductores y trabajadores de reparto en el paquete de estímulo económico. La compañía ha buscado una legislación que brinde a los conductores beneficios financieros pero que los los clasifique como contratistas independientes. Es decir, busca que del dinero de los contribuyentes norteamericanos se amortigüe el dolor de los conductores. La llegada de la pandemia ha causado estragos en la empresa ya que menos choferes se animan a trabajar.

Los recientes anuncios de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores la CNBV podría ser considerada favorable para Uber, los dueños de los autos son particulares que muchas veces tienen créditos automotrices. Para Uber resulta benéfico que sean los bancos y contribuyentes los que ayuden en aplazar los créditos de estos usuarios. Empresas como Rappi o Uber Eats han ofrecido envíos sin costo para los restaurantes durante esta crisis; no obstante se debe entender que esta estrategia busca ganar mercado a partir de la crisis. 

No todos los empresarios son del mismo tamaño

Esto ha creado un problema enorme, por un lado gobiernos como el mexicano han incrementado las demandas de empleo y protección a las empresas formales pero han olvidado por completo que la Gig Economy no ofrece ninguna protección a sus “profesionistas independientes”. Esto resultará en un problema mayúsculo en el mediano plazo, las empresas terminarán por comprender que tener muchos empleados es un riesgo a su supervivencia, la exigencia del gobierno —por lo menos en países con gobiernos que tienden al populismo— será cada vez mayor.

El futuro del empleo se complicará y el empleo formal, bajo el concepto de una empresa responsable que vea por lo intereses de sus integrantes cada vez será más raro. Uno de los efectos mayores del COVID19 será la disminución del empleo formal, no será lo contrario. Esto a causa de la falta de acción de gobiernos internacionales para atacar al Gig Economy. Este fenómeno ya lo hemos visto en situaciones en las que el gobierno delega sus responsabilidades primarias. El ejemplo más claro es el agua potable, el 28 de julio de 2010, la Asamblea General de las Naciones Unidas reconoció explícitamente el derecho humano al agua y al saneamiento, reafirmando que un agua potable limpia y el saneamiento son esenciales para la realización de todos los derechos humanos. En la práctica la falta de cumplimiento de esta resolución hace que los consumidores prefieran agua embotellada sobre la que viene del grifo.

Los consumidores han tenido que elegir entre malos servicios que además son más caros y opciones que son mas baratas y eficientes, Uber siendo el mejor ejemplo. No obstante se olvida que estos precios se logran mediante el sacrificio de estructuras de protección al empleo, seguridad social y distribución de utilidades entres los empleados. Olvidamos entonces que estas ideas del pasado sobre empresas responsables tienen una utilidad justamente en momentos de crisis. El gobierno injustamente impone estas exigencias a empresas establecidas pero olvidó por completo a las empresas que distribuyen esta responsabilidad entre sus contratistas independientes. 

El futuro del empleo

Estas realidades transformarán el empleo de nuestros hijos, en la medida en que se permita la dilución de responsabilidad de empresa y gobiernos tendremos generaciones cada vez más endeudadas y vulnerables. El mejor ejemplo se dará en el home office, una práctica que parece inocua o hasta divertida, ha probado ser un dolor de cabeza de los empleados, se trabaja más horas, el internet, energía y hasta el café es pagado en casa. Este tipo de distribución de responsabilidades sólo hará que el concepto de empleo sea más frágil, esto naturalmente incentivará la automatización y robotización. Si quieren tener una idea de cómo se ve el futuro del empleo, sólo vean su última semana para tener una idea más clara, comida entregada a domicilio, compras por e-commerce y teleconferencias sin fin.

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