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Arturo Mora

Cuando el escándalo es un producto más

¿En qué momento dejamos de ver a las personas como personas y las convertimos en productos virales a disposición del morbo popular?

¿Hasta dónde pueden llegar algunos medios para conseguir sus objetivos a cambio de sacrificar la intimidad de una persona?

¿En qué momento empezó a ser “vendible” o “comercial” la crisis que vive un ser humano en su intimidad? o ¿cuándo empezaron los medios a buscar rating a cambio de exponer a las personas?

Aunque las noticias más recientes (y en tendencia en los medios digitales y tradicionales) nos muestran un fenómeno que parece relativamente nuevo por la alta velocidad de transmisión y de su viralidad, ésta ya es una práctica que lleva muchos años, inclusive desde antes del boom del internet y de los medios digitales.

Desgraciadamente, éste estilo de querer mostrarse como un medio atractivo a los ojos de la audiencia y las marcas, tan solo porque hay muchos “likes” motivados por el morbo, está en auge.

En México y en otros países (desarrollados y en vías de desarrollo, digamos económico pero no tanto ético), la vida privada de los personajes públicos se ha convertido en un tema de gran interés para algunos medios de comunicación, y no precisamente por una preocupación genuina por el bienestar de las personalidades en cuestión (no nos engañemos ni dejemos que nos engañen, exponer a las personas de manera repetitiva en las pantallas y abordarlos agresivamente con microfonazos a la cara no quiere decir que se preocupen realmente por ellos).

Por el contrario, se han dedicado a aprovechar el morbo de la audiencia para generar mayores niveles de rating y atraer a anunciantes y marcas que buscan posicionarse en espacios publicitarios de gran alcance. Esta mecánica ha generado una cultura de exposición y sensacionalismo que, además de dañar la vida privada de los personajes públicos, también afecta la privacidad y la dignidad de SERES HUMANOS (así, con mayúsculas) que tienen graves problemas personales, de salud mental o de cualquier otra condición, que solamente les pertenecen a ellos (o deben pertenecer) y no a los que no formen parte de su círculo inmediato (familia, amigos, etc.).

Algunos medios de comunicación en México han perdido su capacidad de informar a la sociedad sobre temas de alta relevancia que de verdad pueden afectarles y a los que se les está quitando visibilidad o una mayor presencia, como los problemas en la economía, el medio ambiente, la inseguridad y delincuencia, la pobreza, desigualdad, corrupción, justicia, desempleo, el acceso a los alimentos, la educación pública de baja calidad, discriminación, el deficiente sistema de salud o la violencia contra la mujer, entre muchos otros temas. En lugar de eso, se han enfocado en la exposición de la vida privada de los personajes públicos, convirtiendo a esos seres humanos de los que hablan en un producto más en venta, y creando una cultura en la que la privacidad y la dignidad de las personas es sacrificada en aras de aumentar la audiencia y los ingresos publicitarios.

Con esto no quiero decir que no se le otorgue importancia a la información de entretenimiento, pero la agenda de los medios, el contenido y el tono de la comunicación está tomando unos caminos muy extraños. No hace falta que los políticos en el poder provoquen “cortinas de humo”, el sensacionalismo que busca la venta en algunos medios ya lo está haciendo por ellos.

El impacto de esta cultura de exposición y sensacionalismo en la vida de las personas es grave. En primer lugar, se pierde el respeto por la privacidad de los individuos, lo que los expone a todo tipo de situaciones vergonzosas, dolorosas o humillantes. En segundo lugar, se crea una cultura de linchamiento público en la que la audiencia se convierte en juez ejecutor, “cancelando” o dando el “perdón” como si realmente dependiera de ellos el futuro de la personalidad afectada. Y en tercer lugar, se ha generado una dinámica de violencia y deshumanización que afecta no solo a los personajes públicos, sino también a cualquier persona que se atreva a salir a la luz pública, convirtiendo en escándalo una crisis personal.

Podrían decir que los principales culpables de que ocurra éste fenómeno son las mismas personalidades que ventilan su vida privada, y que la reacción de los medios, programas o redes sensacionalistas/amarillistas/rosas es obvia. Valdría la pena recordar que los personajes públicos también son seres humanos, y que tienen derecho a una vida privada y a la protección de su dignidad. Además, no olvidar que (idealmente) los medios de comunicación tienen una responsabilidad social y ética que va más allá de la simple obtención de ratings y de la generación de ingresos publicitarios.

Es cierto, desgraciadamente, que el morbo vende y que la vida privada de los famosos siempre ha sido un tema de interés para la sociedad, pero esto no significa que se deba sacrificar la privacidad de éstas personas a cambio de un aumento en audiencia.

Es hora de que los medios de comunicación en México asuman su responsabilidad social y ética y se comprometan a no estigmatizar a ningún ser humano. Que se respete la privacidad y la dignidad de los individuos y que dejen de convertir a los seres humanos en productos en venta.

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