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Alvaro Rattinger

Es momento de que hablemos de la inteligencia artificial, podría ser un problema grave

La inteligencia artificial (IA) es una tecnología que ha avanzado rápidamente en las últimas décadas y se ha convertido en una herramienta fundamental en muchos sectores. Sin embargo, su uso también plantea importantes cuestiones éticas y sociales.

Uno de los efectos secundarios de la inflación es un aumento en la productividad de las empresas. La razón es simple, conforme los precios de los insumos suben, las empresas pierden mercado si traducen ese aumento a los consumidores. Tienen forzosamente que absorber parte de la inflación, en consecuencia deben contener lo más posible los sueldos y costos de materia prima. El reflejo es buscar eficiencias y aumento de productividad. En épocas de inflación se busca mejorar todos los aspectos de las cadenas de valor, por ende hay incentivos a la innovación. Durante el periodo de la Revolución Industrial (1760 a 1840) la inflación en países desarrollados fue más baja y la riqueza total aumentó. No obstante, la calidad de vida y cuidado del medio ambiente —entre mucho otros— empeoró. En la búsqueda de la productividad de corto plazo, no siempre gana el ser humano.

Estamos frente a un fenómeno similar, la Inteligencia Artificial Generativa o AGI —por sus siglas en inglés— promete que una gran parte de tareas se puede simplificar radicalmente. El problema central de la AGI es que está basado en conocimiento y contenido creado anteriormente por otros. No es conocimiento compartido. Es un libro escrito a partir de los libros de todos los autores de la historia. Es el robo de propiedad intelectual más grande desde que supuestamente Google copio internet para hacer el motor de búsqueda ¿Cómo podemos estar tranquilos de que una empresa se beneficie del trabajo de millones de personas, creadores y autores? No hay discusión de que ChatGPT es maravilloso, pero el costo de su éxito puede ser el final de muchas personas. Tal vez por esa razón varios países de Europa lo han bloqueado.

Las tareas que rápidamente asignamos a la IA tienen consecuencias. Por ejemplo, en recursos humanos hay una corriente importante de automatizar tareas repetitivas con IA. La idea es fabulosa y promueve el principio de productividad; no obstante, corremos el riesgo de perpetuar la mala suerte de un candidato. Por ejemplo, qué pasará cuando una persona tenga antecedentes penales, un humano puede dar una segunda oportunidad, un robot jamás. Lo mismo puede suceder con una madre soltera que tenga un hijo con una enfermedad crónica. El motor de IA podría revisar los expedientes médicos y concluir que sería un elemento poco confiable para la empresa. Expertos en la materia reconocen que una vez que el sistema es iniciado, se convierte en una caja negra que aprende de manera constante. ¿Qué limita al AGI aprender que debe revisar el historial en redes sociales de una persona para determinar si es buen candidato?. Lo mismo sucede para encontrar una pareja. Tal vez el motor de Tinder decida en el futuro que una persona no es sujeta de tener pareja ¿qué sucederá entonces? La película de Elysium nos da una idea clara de lo que sucedería si tenemos que sobrevivir una consulta médica o una revisión policiaca con un sistema autónomo. Simplemente no hay negociación ya que no existen parámetros de tolerancia. (Ver aquí).

No subscribo una visión fatalista de la tecnología, estoy convencido que debemos integrar a AGI lo antes posible en nuestros procesos de trabajo. Sólo así podremos ser competitivos. Los consumidores piden a gritos mejores precios y condiciones. La innovación es la única solución. Pero, debemos ser cuidadosos y recordar las lecciones de la Revolución Industrial, los precios de los bienes bajaron ya que no era necesario producir artesanalmente. En consecuencia, también bajó lo que se pagaba por el trabajo y se agudizó la división entre el capital y el trabajo. Hoy vivimos una situación similar, tener capital para invertir tiene mucho más valor que trabajar para conseguir capital.

La solución es recortar el camino, hoy un bien producido a mano tiene mucho más valor que algo que se produce en serie. Tomó casi 300 años regresar el valor a las creaciones con mano de obra artesanal. Debemos evitar que pasen 300 años y dos guerras mundiales para dar de nuevo valor a la creatividad humana.
Enfoquemos nuestro esfuerzo en agregar valor y creatividad a nuestro trabajo diario. La verdadera innovación y productividad es crear mejores experiencias y productos para los consumidores.

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