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Fernanda Ramirez

¿Es mi derecho comprar la vacuna?

Empecemos por decir algo: no existe tal cosa como “el derecho a comprar la vacuna”. Comprar no es un derecho. No lo dice la Constitución.

Como era de esperarse, el tema de la vacunación ha sido politizado hasta niveles preocupantes. Hoy mucha gente se pregunta: ¿por qué los ricos tendrían la oportunidad que vacunarse primero que todos?

Quizás en Suiza la pregunta sea un tanto estéril, pero en México, donde la desigualdad es una llaga histórica que no sana, es bastante oportuna.  

La semana pasada nos enteramos que llegó la primera tanda de vacunas a nuestro país. No deja de ser loable que los primeros en recibirla sean los trabajadores de la salud y luego las personas de a tercera edad. ¿Pero qué pasará en los próximos dos años? ¿Tendremos que esperar hasta que el gobierno nos diga cuándo y dónde nos toca aplicarnos la vacuna?

Empecemos por decir algo: no existe tal cosa como “el derecho a comprar la vacuna”. Comprar no es un derecho. No lo dice la Constitución. Así de sencillo. Sí dice, en cambio, en su artículo 4°, que “toda persona tiene derecho a la protección de la salud”, y que ésta será otorgada “única y exclusivamente por los canales del Estado”. No soy jurista ni constitucionalista: basta una hojeada a nuestra Carta Magna para saberlo. 

Ahora bien, en México estamos a años luz de una salud pública de calidad. No es un secreto que el IMSS y el ISSSTE son instituciones rebasadas desde hace ya un buen tiempo, ni tampoco es un secreto que las empresas privadas luchan hasta el cansancio para evitar que sus trabajadores gocen de seguridad social. En un sistema de salud así, es difícil pensar que exista un esquema de vacunación eficaz y justo. 

Entonces aquí viene la otra pregunta: ¿la solución es tener a la venta las vacunas? Las respuestas son varias. En primera, casi todas las vacunas ya fueron vendidas. Así como lo leen. Sólo para que se den una idea, Estados Unidos ya apartó 100 millones de dosis de Pfizer, con la opción de comprar 500 millones más y 200 millones de Moderna, con unas 300 millones adicionales en oferta. También ha hecho pedidos anticipados por 810 millones de dosis con AstraZeneca, Johnson & Johnson, Novavax y Sanofi. Con esta cantidad de producto, Estados Unidos podría vacunar a su población entera hasta cuatro veces. La Unión Europea hizo algo similar: ya “amarró” dosis para vacunar a sus habitantes hasta dos veces. La cosa fue sencilla, capitalismo puro: “yo aporto miles de millones de dólares para la investigación, pero las primeras dosis serán mías”. 

Esto quiere decir que México recibirá las vacunas a cuentagotas. No sólo porque no pertenecemos al primer mundo, sino porque los laboratorios no tendrán la capacidad para producir tantas vacunas en tan poco tiempo, según estimaciones de la UNICEF y de Airfinity. Por esta razón, es un sueño guajiro creer que en febrero podremos ir a Farmacias del Ahorro a comprar nuestra vacuna. 

Otra cosa a tomar en cuenta: si consideramos que los controles de la Cofepris y de toda la Secretaría de Salud son lentos en periodos normales, imaginemos ahora qué pasará con un sistema de salud en crisis, donde ni siquiera hay garantía de que nuestros médicos cuenten con un equipo de protección adecuado. 

Hace poco leí, en una columna de El Universal escrita por Miguel Carbonell, que la vacuna podría venderse pronto en un precio asequible: unos 800 pesos. Ignoro si esta hipótesis sea correcta, pero de ser cierta, nos enfrentaríamos a otro problema: el mercado negro. Siendo realistas, es muy riesgoso que la vacuna esté a la venta al público. Les explico por qué. 

La Interpol ya ha emitido varias alertas sobre grupos criminales que han intentado falsificar la vacuna en los últimos meses. Esto se convierte en un problema verdaderamente grave en un país como el nuestro, donde el robo de fármacos mueve hasta 2 mil millones de pesos anuales, según datos oficiales. Con la vacuna a 800 pesos, el hampa se lamería sus bigotes por el negociazo que tendría con la venta ilegal de este producto, sobre todo en las zonas más marginales del país. Y aquí nuevamente veremos la historia de toda la vida: los de Polanco divirtiéndose como nunca y los de Ecatepec endeudados y enfermos —en el mejor de los casos— porque la vacuna no les hizo. 

Si ya hubo venta de pruebas apócrifas para la detección de covid, ¿qué nos espera con las vacunas?

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