El fútbol ya no es solamente un juego que se disputa persiguiendo una pelotita de un lado para otro en un rectángulo verde. Hoy es, principalmente, un negocio global que mueve miles de millones de euros y que depende, en gran medida, del éxito deportivo. La reciente derrota del Manchester United frente al Tottenham en la final de la Europa League no es solo un golpe deportivo para los aficionados del club; es también un revés muy importante en términos económicos y de mercadotecnia, afectando directamente a la imagen del equipo y a sus patrocinadores.
Después de esta dolorosa derrota, las acciones del Manchester United cayeron más de un 7.8% en la bolsa de Nueva York, reflejando una pérdida de confianza inmediata por parte de los inversionistas. Esta caída implica una pérdida cercana a los 160 millones de libras esterlinas en valor de mercado. Lo que para un aficionado es tristeza, para un accionista es desconfianza, especialmente cuando la derrota implica no participar en competencias europeas, perdiendo así la oportunidad de acceder a un mercado potencial de aproximadamente 2,500 millones de euros que mueve la UEFA entre patrocinios, derechos de transmisión y entradas.
No es casualidad que marcas globales busquen patrocinar a clubes ganadores. Equipos exitosos dan visibilidad internacional, prestigio y, sobre todo, retorno de inversión. Por ejemplo, el contrato actual del Manchester United con Adidas, que va alrededor de los 900 millones de libras, incluye una cláusula específica que reduce significativamente sus pagos si el club no clasifica a la Champions League. Esto no es una excepción, sino una práctica común que busca proteger a las marcas ante malos resultados, pues la presencia constante en grandes competencias asegura impactos globales y refuerza el vínculo emocional con los seguidores del club.
En México, la relación entre desempeño deportivo y patrocinios es igual de crucial. América, Tigres y Monterrey, por citar algunos ejemplos, suelen liderar en ingresos por patrocinios gracias a sus constantes apariciones en fases finales y títulos nacionales. Según datos recientes, los equipos de la Liga MX que llegan regularmente a las liguillas incrementan hasta en un 30% sus ingresos publicitarios en comparación con aquellos que no consiguen clasificarse (mis pobres Pumas. Como dijera aquel niño del video-meme:”No sirven pa’nada”)
Por el contrario, equipos que se mantienen en posiciones bajas ven reducido considerablemente el valor de su marca, dificultando la renovación de acuerdos y ahuyentando posibles patrocinadores.
Este fenómeno no es exclusivo del fútbol. En otros deportes a nivel internacional como la NFL, NBA o la Fórmula 1, las victorias también determinan significativamente los ingresos por patrocinios. Un claro ejemplo es el equipo de Fórmula 1 Red Bull Racing, cuyo crecimiento comercial y aumento considerable en ingresos publicitarios coincidió con el dominio del piloto Max Verstappen y sus títulos mundiales recientes. (Y no se olviden del aporte de Checo Pérez, que también les dejó muchos millones).
La NBA también demuestra este patrón: equipos con campeonatos recientes, como los Golden State Warriors, han experimentado un notable aumento en patrocinios e ingresos comerciales.
Del otro lado de la moneda, las derrotas prolongadas generan pérdidas no solo financieras, sino de imagen. Los patrocinadores, al asociarse con equipos, lo hacen buscando transmitir valores como éxito, liderazgo, competitividad y pasión. Cuando un club entra en una racha negativa, esas mismas marcas pueden verse asociadas inesperadamente con fracaso o incapacidad de competir al más alto nivel. Esto fue evidente cuando en México equipos históricos como Cruz Azul o Atlas pasaron largos periodos sin ganar títulos, afectando su potencial comercial y obligando a sus equipos de mercadotecnia a idear estrategias creativas que mantuvieran el interés comercial vivo, pese a la sequía deportiva.
La derrota del Manchester United no es entonces solo un partido perdido. Es una advertencia clara para los clubes, sus departamentos de mercadotecnia y las marcas asociadas: el éxito deportivo no es solo una cuestión de prestigio, sino una necesidad económica urgente. La estrategia detrás del patrocinio deportivo debe ser cada vez más cuidadosa y visionaria, reconociendo el riesgo que tiene vincularse a equipos que no tengan garantizada su estabilidad deportiva.
Al final, el deporte moderno y sus vínculos con la mercadotecnia han convertido cada resultado deportivo en un factor clave para la salud financiera y comercial de las instituciones deportivas. El caso del Manchester United es un claro ejemplo de cómo un mal resultado puede traspasar los límites del campo, afectando directamente el valor de la marca y obligando a replantear estrategias comerciales, de imagen y de patrocinios.
Hoy más que nunca, esa pelotita (cuya marca también patrocina al deporte, como Voit o Adidas) no solo va de un lado a otro en la cancha, sino también en los mercados financieros y en las áreas de mercadotecnia. Las marcas y clubes que entiendan esta realidad podrán anticiparse mejor a estos impactos, adaptándose y reaccionando con mayor eficacia cuando el marcador no les favorezca.