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Alvaro Rattinger

Al pedir con una app de comida podrías promover la desaparición de tu restaurante favorito

Este año de crisis mundial ha sido de crecimiento exacerbado para las plataformas digitales, no sólo Netflix ha ganado. Desde Google hasta las plataformas de entrega de comida han sido beneficiadas. Este virus ha posicionado a estas empresas en su mejor área de competencia, tal vez una de las pocas excepciones de éxito es AirBnB, pero con bastante tranquilidad podemos decir que será un año record para estas empresas.

Uno de los mejores ejemplos son las apps de entrega de comida a domicilio. Uber Eats, Postmates, Didi, Rappi o GrubHub, todas ellas en México o el mundo han visto sus ventas subir de la mano de incontables restaurantes que buscan salir adelante con las ventas a domicilio. Estas firmas han sido una salvación para restaurantes que no tienen forma de implementar entrega a domicilio, también estas mismas firmas han implementado planes para promover o hasta ayudar a pequeños restaurantes. Esquemas de eliminación de comisiones o descuentos por afiliación han sido algunas de las estrategias que han seguido para ayudar a sus proveedores es decir, los restaurantes.

No todo lo que escurre es miel

Sin embargo, estas “salvadores” de restaurantes tienen una agenda muy clara y es mover al consumidor del restaurante a un hábito de pedir comida a domicilio. Suena loable; no obstante, este modelo es mucho menos rentable para los restaurantes. Es importante comprender que la mayoría de los restaurantes en México son pequeños negocios con bajo nivel de sofisticación financiera y con márgenes muy reducidos. Según cálculos de la revista Merca2.0 se esperan 71,250 millones de pesos en pérdidas para la industria restaurantera en el 2020 a causa del covid-19. Es decir, la situación era difícil antes de la pandemia, ahora será casi insalvable.

El problema no sólo es de la pandemia, muy a pesar de lo que diga el gobierno este sexenio ha sido de nulo crecimiento y según cifras del Banco Mundial México podría llegar al 11 por ciento de decrecimiento del PIB, eso sin contar los efectos todavía imprevistos del mes de Junio y Julio. Se complica más la situación si consideramos que la confianza del consumidor va en franca caída, sus números son mayores a los del 2017 y 2018 en estos meses pero la tendencia es negativa. Los meses venideros no deberían mejorar y el resto del 2020 se ve complicado para la industria y el ánimo de los consumidores. El último factor que afectará a los restaurantes es la tasa de ahorro. El FMI calcula que el ahorro bruto en el país representaba 21.2 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB) en 2018, pero anticipa que disminuyó a 20.5% el año pasado y seguirá bajando hasta llegar a 17.4% para 2024, un nivel mínimo no visto desde la crisis de 1994. Si observamos a la Unión Americana el ahorro con respecto al PIB llegó a 33 por ciento, la calificación más alta que se tanga en registro. Es decir, la economía norteamericana podría repuntar con el ahorro de estos meses, México no tendrá ese impulso.

Por esa razón las apps de entrega son tan importantes, deberían resolver el problema de ventas digitales para los restaurantes. Pero no lo hacen de manera completa, las comisiones que cobran son tan altas que comen el poco margen de los restaurantes, en especial los pequeños. Los costos de envío a través de Delivery Apps van desde 17 por ciento hasta 40 por ciento en la unión americana. Esto obligó a que la ciudad de San Francisco aplicara un límite de emergencia de 15 por ciento de comisión cobrada a restaurantes por las apps de entregas. La ciudad de Nueva York busca un 10 por ciento. En México estamos lejos de tener esa capacidad de intervención frente a las plataformas digitales.

Las tarifas no son públicas pero mis investigaciones con restaurantes de volumen. Medio indican que Uber Eats cobra el 30 por ciento más el efecto de IVA es decir un costo real del 34.5 por ciento y Rappi 23 por ciento más IVA un costo real del 27.5 por ciento. En otras palabras de cada compra que haces en estos restaurantes Uber se queda con poco más de la tercera parte. Esto claramente se refleja en dos ejes, o el restaurante sube el precio y el costo se transfiere al consumidor o el repartir gana pesos para que sea rentable. Lamentablemente suceden las dos.

Me parecen que estas plataformas al igual que Uber son indispensable para una economía moderna y que ayudan al país y los consumidores. Pero es importante reconocer que se han convertido en una suerte de impuesto informal para los restauranteros que poco se atreven a levantar la voz. También es cierto que el empleo que generan es a todas luces uno muy similar al informal. No hay seguridad social, seguros ni prestaciones. Bajo la lógica de “independientes” no se favorece el crecimiento de empleos o aportación con cuotas al sistema de salud.

Debemos encontrar una forma de fomentar los intereses de todas las partes. Los restaurantes, consumidores y a las apps. No a través de programas de “apoyo” no se trata de subsidiar ni crear programas privados de asistencia a restauranteros. La industria está en su peor momento de la historia y sería ahorita el momento ideal para poner freno a las malas prácticas pero también una gran oportunidad de construir un modelo que sirva a todos en este ecosistema.

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