Los dichos retratan situaciones del dĆa a dĆa e imprimen consejos de la sabidurĆa popular. El refrĆ”n es una frase que presenta en sentido figurado una moraleja. La moraleja es la enseƱanza que se extrae de una anĆ©cdota o historia. Un dicho se convierte en un refrĆ”n cuando se populariza usĆ”ndose como un refrĆ”n popular.
SegĆŗn Ricardo Peralta Saucedo, todavĆa Subsecretario de Gobernación, los refranes populares resultan ātan idóneos en la descripción de hechos actuales, que hasta para cierta audiencia no son interpretables, ya sea por su inocencia, ingenuidad o franca y evidente ignoranciaā.Ā Partiendo de esa base, tituló una de las recientes columnas que semanalmente publica en el diario ExcĆ©lsior āA chillidos de marrano, oĆdos de chicharroneroā, refiriĆ©ndose a las protestas que miembros de la sociedad civil hacen contra la desatada inseguridad que vivimos los mexicanos en todo el territorio nacional, la cual constituye el principal o uno de los principales problemas que aquejan al paĆs.
El uso de expresiones populares como los refranes enfatiza o adereza una expresión, por lo que innegablemente evoca la esencia de un pensamiento. Es impensable que el grotesco y caricaturesco tĆ©rmino con el que tituló su columna no responda a lo que quiso decir, como trató de argumentar en el noticiero de JoaquĆn López Dóriga.
Esta vulgar expresión no habrĆa tenido trascendencia si se hubiese pronunciado en una conversación informal o incluso con motivo de la publicación de la columna si el autor no hubiera sido un funcionario pĆŗblico y, mĆ”s aĆŗn, de alto rango.
En la comunicación es tan importante el āquĆ©ā como el āquiĆ©nā. Fue precisamente la combinación de ambos factores la que causó indignación y motivó una andanada de comentarios negativos en los medios informativos, columnas de opinión y en las redes sociales.
En tĆ©rminos de imagen el principal problema de Ricardo Peralta es que no entiende la diferencia entre persona fĆsica y persona moral.
Un individuo puede hacer o decir lo que le parezca siempre y cuando no tenga una investidura. Un cargo pĆŗblico es una encomienda de 356 dĆas y 24 horas durante el tiempo que se ostente, le guste o no a quien lo ocupe. En ese lapso todo lo que haga o diga la persona con tal investidura serĆ” atribuido al Subsecretario de Gobernación, no a Ricardo, o a un charlista en una noche de copas, por lo cual cada acto o dicho afecta potencialmente a la institución de la que forma parte.
En tĆ©rminos de Derecho se denomina persona moral a toda aquella entidad de existencia jurĆdica, que estĆ” constituida por grupos u organizaciones de personas, y que es reconocida como instancia unitaria con capacidad para ejercer derechos y contraer obligaciones. Las personas morales, obviamente, se expresan por medio de quienes las representan, por lo que los dichos y hechos de las mismas obedecen a su investidura. Una persona pĆŗblica no puede separar a la persona de la institución o empresa que representa, menos aĆŗn en sus dichos pĆŗblicos.
La tarea de comunicar debe ejercerse con responsabilidad y plena conciencia de que lo que se diga puede usarse en contra del propio emisor.
āLos refranes son nuestros sabios proverbios mexicanosā, dice Peralta.Ā Si nos remitimos al dicho aplicable en este caso, el autor de la columna de marras tuvo ātacto de elefanteā. Cita otros refranes, como āal paso de la carreta se acomodan las calabazasā y āel que se quemó con leche hasta al jocoque le soplaā. No vaya siendo que las reacciones que causó haga que las calabazas se le caigan en lugar de acomodarse o que tenga que soplarle al incendio que provocó. Sólo son moralejasā¦