La reciente sentencia contra Penguin Random House, obligada a otorgar el derecho de réplica a Televisa por lo publicado en el libro Las señoras del narco: Amar en el infierno, de Anabel Hernández, no solo marca un precedente jurídico: abre un debate urgente sobre la responsabilidad ética de los medios y editoriales frente al manejo de la información.
En México, septiembre suele ser un mes cargado de simbolismos: recordamos los sismos, honramos la resiliencia social y reforzamos la cultura de la prevención. Este año, sin embargo, se suma otra lección: la prevención también debe aplicarse en el ámbito de la comunicación. La verificación y el rigor editorial son, en esencia, las “alertas sísmicas” que evitan desastres reputacionales.
El fallo judicial es histórico: por primera vez se aplica el derecho de réplica a una obra editorial desde la promulgación de la ley en 2015. El tribunal concluyó que los señalamientos sobre un supuesto “catálogo de actrices” de Televisa al servicio del narcotráfico carecían de pruebas y eran falsos.
Las consecuencias no son menores: no solo se trata de la reputación de una televisora, sino de mujeres concretas —actrices, conductoras, hoy muchas madres de familia— que vieron su nombre asociado con la prostitución y el crimen organizado sin sustento alguno. Este daño trasciende lo jurídico y se instala en lo simbólico y social: mina la confianza en los medios, alimenta estigmas de género y erosiona la credibilidad del periodismo de investigación.
Como especialista en comunicación, veo tres enseñanzas clave:
- La verdad importa, y se prueba. La narrativa no basta. En una época donde el periodismo de investigación suele confundirse con la crónica literaria, es fundamental recordar que las acusaciones graves requieren pruebas contundentes.
- Las editoriales son corresponsables. Durante años, la figura del editor se entendió como un facilitador, no como un garante de veracidad. Esta sentencia obliga a repensar ese papel: publicar sin verificar puede costar millones en demandas y, lo más importante, destruir reputaciones.
- El derecho de réplica se fortalece. Durante mucho tiempo, esta ley parecía letra muerta. Hoy se convierte en un instrumento vivo que protege a personas y empresas frente a la difamación. Es, en términos comunicativos, un mecanismo de equilibrio.
No se puede ignorar que parte del atractivo comercial de ciertos libros radica en su capacidad de “escandalizar”. Sin embargo, cuando se sacrifica la ética por la espectacularización, los daños superan con creces los beneficios. La confianza en la autora se resquebraja, la editorial enfrenta crisis de reputación y el periodismo en su conjunto pierde legitimidad ante la opinión pública.
¿Se limita la libertad de expresión? No. Se delimita con la verdad. La sentencia no censura investigaciones ni prohíbe temas incómodos: simplemente exige que lo publicado tenga sustento. En un ecosistema mediático saturado de noticias falsas, rumores virales y difamaciones disfrazadas de reportajes, este precedente es un recordatorio oportuno: comunicar con responsabilidad no es opcional, es la única forma de sostener la credibilidad.
En adelante, Penguin Random House —y cualquier editorial en México— deberá publicar el derecho de réplica en todas las ediciones futuras del libro. El mensaje es claro: lo escrito en papel ya no es intocable. Y eso, aunque incómodo, es saludable para nuestra democracia informativa.