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¿Por qué fracasan los programas diseñados para retener clientes? Foto: Especial
Alejandro Gonzalez Saul

¿Por qué fracasan los programas diseñados para retener clientes?

El fracaso de un programa de lealtad rara vez se debe a una única causa. Más bien, es el resultado de una serie de fallas sistémicas

La Promesa Rota de la Fidelidad

Bajo la premisa de retener a los clientes, los programas de lealtad surgieron como la herramienta estratégica por excelencia, una promesa de valor mutuo entre la empresa y su consumidor. Se invierten millones en tecnología, marketing y recompensas con un objetivo claro: asegurar que un cliente que ya compró, vuelva a hacerlo.

Sin embargo, la realidad del marketing es a menudo decepcionante. Las carteras de los consumidores están repletas de tarjetas y aplicaciones de fidelidad que rara vez utilizan, y las empresas luchan por demostrar un retorno de inversión tangible.

El fracaso de un programa de lealtad rara vez se debe a una única causa. Más bien, es el resultado de una serie de fallas sistémicas que se gestan en tres etapas críticas y secuenciales: el diseño estratégico, la ejecución operativa y la medición de resultados.

Fallas en el Diseño: Construyendo sobre Cimientos Frágiles

El colapso de un programa de lealtad comienza mucho antes de que el primer cliente se inscriba. Se origina en la mesa de diseño, donde los errores estratégicos sientan las bases para el fracaso futuro.

Ausencia de Objetivos Claros y Alineados al Negocio:

El primer y más fundamental error es lanzar un programa de lealtad simplemente “porque la competencia tiene uno” o “porque es lo que se debe hacer”. Sin un objetivo de negocio claro, el programa carece de dirección. ¿El objetivo es aumentar la frecuencia de compra? ¿Elevar el ticket promedio? ¿Recopilar datos de primera mano (first-party data) para personalizar la oferta? ¿O quizás reactivar a clientes inactivos?

Un programa diseñado para incrementar la frecuencia (ej. “toma 9 cafés y el décimo es gratis”) es estructuralmente diferente a uno que busca aumentar el gasto promedio (ej. “alcanza $2,000 en compras y accede a beneficios VIP”). Cuando los objetivos no son específicos el programa se convierte en un centro de costos sin un camino claro para generar valor.

Propuesta de Valor Irrelevante o Inalcanzable:

Un programa de lealtad es, en esencia, un producto. Y como cualquier producto, debe tener una propuesta de valor atractiva para su público objetivo. El error común es ofrecer recompensas que son valiosas para la empresa (como descuentos en productos de bajo margen), pero insignificantes para el cliente.

Además, la percepción de alcanzabilidad es clave. Si las recompensas más deseables parecen imposibles de obtener para un cliente promedio, el programa genera frustración en lugar de motivación.

Complejidad Excesiva en las Reglas:

Si los clientes necesitan un manual de usuario para entender cómo funciona el programa, este ya ha fracasado. La fricción cognitiva es el enemigo de la participación. Las reglas deben ser simples, la acumulación de beneficios transparente y el proceso de redención intuitivo. La simplicidad no solo mejora la experiencia del usuario, sino que también facilita la comunicación y la adopción del programa.

Errores en la Operación: La Brecha entre la Promesa y la Realidad

Un programa brillantemente diseñado puede desmoronarse por completo en el momento de la verdad: la interacción con el cliente. Las fallas operativas erosionan la confianza y convierten una herramienta de retención en una fuente de fricción.

Una Experiencia de Cliente (CX) Deficiente:

La operación del programa debe ser impecable en todos los puntos de contacto. Los problemas comunes incluyen:

  • Tecnología Inestable
  • Procesos de Redención Engorrosos
  • Falta de Omnicanalidad

El programa de lealtad debe ser un facilitador de una experiencia de compra más placentera, no un obstáculo más en el camino del cliente.

Empleados Desinformados y Desmotivados:

Los empleados de primera línea son los embajadores más importantes del programa. Sin embargo, a menudo son el eslabón más débil. Si el cajero, el vendedor o el agente de servicio al cliente no entiende cómo funciona el programa, no puede explicar sus beneficios o lo percibe como una tarea tediosa, transmitirá esa negatividad al consumidor. Una capacitación deficiente y la falta de incentivos para que el personal promueva activamente el programa son sentencias de muerte operativas.

Comunicación Deficiente y Despersonalizada:

Inscribir a un cliente es solo el primer paso. El verdadero desafío es mantenerlo comprometido. Muchas empresas fallan al adoptar una estrategia de comunicación pasiva, limitándose a enviar un extracto de puntos mensual. La comunicación efectiva debe ser proactiva, personalizada y relevante. Utilizando los datos recopilados, las marcas pueden enviar ofertas personalizadas, recordar a los clientes que están cerca de alcanzar una recompensa, o sorprenderlos con beneficios inesperados.

Miopía en la Medición: La Incapacidad de Demostrar Valor

Lo que no se mide, no se puede mejorar. La falla final y a menudo la más crítica de los programas de lealtad reside en una medición miope que impide entender su verdadero impacto en el negocio.

Obsesión por las Métricas de Vanidad:

El error más común es medir el éxito de un programa por el número de miembros inscritos. Tener millones de usuarios registrados es una métrica de vanidad si la gran mayoría está inactiva. Las métricas que realmente importan son las que miden el cambio en el comportamiento del consumidor:

  • Tasa de Participación Activa
  • Venta Incremental
  • Aumento de la Frecuencia de Compra
  • Tasa de Redención
  • Tasa de Abandono (Churn)

Fracaso en el Cálculo del Retorno de Inversión (ROI):

Un programa de lealtad es una inversión. Sus costos incluyen los descuentos y recompensas (costo de los bienes vendidos), la tecnología, el marketing y el personal. Su retorno se mide en el valor incremental generado por los miembros.

Calcular el ROI real exige un análisis sofisticado, comparando grupos de control (clientes no miembros) con los miembros del programa para aislar el impacto real de la iniciativa.

No Capitalizar el Activo más Valioso: Los Datos:

Quizás la mayor tragedia de un programa de lealtad fallido es la oportunidad perdida de recolectar y utilizar datos de primera mano. Estos datos son una mina de oro que permite entender quiénes son los clientes más valiosos, qué compran, con qué frecuencia y a través de qué canales. El fracaso en analizar y actuar sobre esta información es monumental.

Estos insights deberían informar no solo la personalización del marketing, sino también las decisiones de surtido de productos, estrategias de precios y desarrollo de nuevos servicios.

La verdadera lealtad no se compra con puntos; se gana con relevancia, reconocimiento y una experiencia superior. Los programas que entiendan esto y se transformen en plataformas de creación de valor y afinidad serán los que no solo sobrevivan, sino que prosperen en el futuro.

El resto seguirá alimentando la creciente paradoja de invertir en lealtad solo para generar indiferencia.

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