Esta mujer en un metro en China tuvo una espantosa crisis de nomofobia. Parece risible el suceso pero, la verdad, es el reflejo del precipicio al que quizás vamos a caer todos. Vamos de una vez a las confesiones. Ya, sí, con tristeza me declaro nomofóbica. Todo empezó el otro día cuando salí del teatro y me di cuenta que mi “querido celular” era un inservible pedazo de plástico negro. Sin batería.