¿Hasta dónde las marcas pueden correr los límites de lo moralmente aceptable en pos de ser disruptivas? Balenciaga es la prueba de que la frase, “no importa si hablan bien o mal de mí, lo importante es que hablen” ya no cabe en un mundo que exige a las empresas más compromiso que originalidad. El recurso de ir más allá de la zona de confort es clave y cada vez más necesario, pero hacerlo generando incomodidad no es el camino.