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¿Qué tan real es La Casa de los Famosos? Foto: Especial
Carlos Andrés Mendiola

¿Qué tan real es La Casa de los Famosos?

La Casa de los Famosos se convierte, durante sus diez semanas (y un poco más), en tema central de la agenda

Carlos Andrés Mendiola

[email protected]

@carlosamendiola

 

La Casa ya se encendió.

La Casa de los Famosos vino a revivir hace un par de años el fenómeno de los reality shows como no se había visto desde hace décadas, cuando sorprendieron Big Brother y luego La Academia.

Sí, es cierto que TV Azteca ha hecho de los reality shows uno de sus principales formatos, con éxitos bastante rentables en el frente con Survivor, Exatlón, La Isla, Master Chef y La Voz, entre otros muchos más.

También es cierto que un fenómeno como el de La Casa de los Famosos no se veía en años en la televisión, logrando justo que un programa atrajera la atención y la conversación en redes sociales.

La Casa de los Famosos se convierte, durante sus diez semanas (y un poco más), en tema central de la agenda. Entre lo que se comenta está justo, qué tanto es real y qué tanto es show.

El término reality show es quizás paradójico en sí mismo. Es un género televisivo donde se presentan situaciones de la vida real, generalmente sin un guion y con personajes de la vida real y/o celebridades.

El atractivo está, en gran medida, en que “retrata” la vida real. Esa era la promesa con Big Brother, madre de los reality shows, donde se observa 24 horas al día, los siete días de la semana, a un grupo de personas con personalidades muy distintas conviviendo en una casa.

Es un show de convivencia, puesto que otros realities incluyen una competencia, ya sea en la cocina, de talento o destreza física.

La realidad del reality show está en que, en su definición, suena atractiva por el morbo de ver lo que usualmente no se ve: qué hace la gente cuando está en su vida “cotidiana”. Sin embargo, cotidianamente la vida no es tan interesante en el 24/7.

La gente tiene muchas horas muertas en las que duerme o simplemente descansa o hace tareas rutinarias. Por eso el casting es tan importante. Se requieren participantes con personalidades extrovertidas y contrastantes entre sí.

El formato de La casa de los famosos sabe que “la realidad” puede ser el gancho, pero el show es lo que hace que el público se quede y quiera más. Por eso, desde la entrada, hay detonantes que buscan generar conflicto.

El conflicto es la primera regla de cualquier historia: sin conflicto no la hay. Así que los participantes tienen retos, ganan o pierden privilegios como el tener o no café, agua caliente o tener que compartir cama.

En su tercera temporada, La Casa de los Famosos se encontró con que en sus primeros días todo era muy armonioso. La tensión llega inevitablemente con las primeras nominaciones, pero no era suficiente.

Los participantes estaban demasiado cuidadosos, y es que ya saben que su estancia puede redituarles (lo que todos buscan) con una mejor imagen, más seguidores, otros segmentos de mercado y ofertas laborales, como ha sido el caso de Wendy Guevara o Nicola Porcella; o puede tener el efecto contrario, al borde de la cancelación, como le pasó a Ricardo Peralta o Sian Chong.

Así que “La Casa” movió sus hilos con dos acciones clave: 1) dar un “privilegio” a un participante para hacer un intercambio entre integrantes de los cuartos; 2) hacer la dinámica de “El cine”, donde muestra a todos ciertos momentos que desconocían. Esa es su esencia y qué tan real o qué tanto show es.

Entonces, ¿La Casa de los Famosos es real o es show? Es ambos. Es realidad en tanto sus integrantes actúan como lo harían en la vida o lo más cercano a ello dadas las condiciones en las que están, y que son todo menos reales.

Considerando también que todos son figuras públicas, con conciencia de las cámaras, la creación de contenido y lo que gusta o no -o al menos lo que creen que gusta o no-, hay que tener en cuenta también que es 24/7 y por diez semanas, es decir, ¿qué tanto se puede sostener un personaje por tanto tiempo?

Así que alguna versión de ellos está ahí, un poco más exaltada o quizás un tanto más deprimida. Es un show porque tiene una narrativa que, desde la propia dinámica semanal con las pruebas para elegir al líder, tener presupuesto, las nominaciones, la pelea por salvar a alguien y la eliminación, genera historias.

Hay una historia cada semana, de principio a fin, con pequeñas historias que se van contando casi por día. Y son historias que cambian: una semana el público puede amar a Shanik Berman y la siguiente no votar por ella, casi como le está pasando a Ninel Conde.

Así que el reality show es, en realidad, más show que realidad, porque si fuera más lo primero habría menos conflicto, sería menos interesante, habría menos conversación y menos audiencia.

Es como bien dijo alguno de los integrantes: otra versión de Los juegos del hambre, solo que ahí los participantes no se matan… al menos no literalmente.

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