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Carlos Andrés Mendiola

¿Por qué “Roma” es buena y mala a la vez? (parte 1)

Lo que ha sucedido después ha sido por demás interesante, memes y discusiones en torno a la película, su calidad y/o capacidad de entretener a las audiencias.

La estrategia de marketing de “Roma” funcionó. Antes del 14 de enero todo el que pudo aprovechó para verla en salas selectas, el formato para el que fue elaborada, y el 14 todos los demás (inscritos en Netflix) hicieron lo propio, un poco para ver la película de la que tanto se ha hablado y otro tanto para “no quedarse atrás” o “fuera de la conversación”; vaya, hasta a piratería hizo de las suyas.

Lo que ha sucedido después ha sido por demás interesante, memes y discusiones en torno a la película, su calidad y/o capacidad de entretener a las audiencias, resultado natural de por fin vivir la experiencia de ese producto del que tanto se ha hablado.

El awareness por la película inició en forma tras su estreno en el Festival de Venecia donde recogió el León de Oro a Mejor Película y el premio SIGNIS a Mejor Director.

Desde ahí a la fecha la película ha ganado ya otros 83 premios internacionales y 99 nominaciones, incluidas tres al Globo de Oro y varias menciones en el Top Ten (Time Critics Choice, Círculo de Críticos de Boston, Círculo de Críticos de Atlanta, entre otros).

Las menciones usualmente incluyen al filme en algunas de las siguientes ternas: Mejor Película, Mejor Película Extranjera, Mejor Fotografía, Mejor Guión, Mejor Actriz (Yalitza Aparicio, quién además se ha convertido en una figura de atractivo mediático y símbolo de inclusión y belleza mexicana, apareciendo en la portada de revistas como Vogue), Mejor Actriz de Reparto (Mariana de Tavira), Mejor Edición y Mejor Dirección de Arte.

Lo anterior, sumado a la conversación en torno a las posibilidades del filme en los Premios de la Academia o “El Oscar”, cuyas nominaciones se anunciarán el 22 de enero; los ganadores se revelarán el 24 de febrero y mientras eso sucede varios otros grupos estarán haciendo sus anuncios también.

El Óscar cierra la temporada. Y claro, como resultado, del filme se habla y habla, se escuchan y ven entrevistas, declaraciones, análisis y discusiones.

Algunas películas podrán aparecer en conversación como “Aquaman” o “El regreso de Mary Poppins”, pero “Roma” es y seguirá siendo la constante por dos razones muy sencillas: 1) es un filme mexicano que habla sobre México, 2) la calidad del filme y la experiencia de verlo. Ahí está el detalle, como diría Cantinflas.

En primera instancia habría que tener claro que el éxito de un filme puede entenderse y analizarse en tres dimensiones: como arte, como negocio y como entretenimiento.

El primero depende de características formales para las cuales hay reglas y que se ciñen, resumiendo, en la propuesta temática del filme, su postura o propuesta en torno a él y la manera en cómo los elementos estéticos (fotografía, diseño de arte, efectos especiales, edición, por citar algunos) lo soportan.

En este caso, “Roma” reflexiona sobre la vida a través de momentos cuyo significado parecen sencillos, cotidianos, y que a la vez están llenos de simbolismos (desde el avión que refleja el agua con la que se lava el patio al inicio hasta el avión que pasa cuando el mismo personaje principal sube a lavar la ropa al final de la historia y que avista metafóricamente un viaje interno, pasando por el título que sí habla de una colonia en la Ciudad de México, pero también juega con la referencia que hace al imperio romano); lo hace en blanco y negro, en añoranza, y con una fotografía por demás cuidada y expresiva, con un diseño de audio que busca sumergir al espectador en la acción y uno de los motivos por los cuales Cuarón promovió que su obra se exhibiera en el mayor número posible de salas aun y cuando su distribuidora es una plataforma.

“Roma” se vive mejor en una sala porque está diseñada para, aprovechando la arquitectura y dinámica del espacio que “obliga” a concentrar la atención en un solo punto de una sala, sumergir al espectador en la acción.

Es la misma lógica que empleaba Alfred Hitchcock y cuya comprensión lo motivó a pedir que durante la exhibición de “Psicosis” en 1960 únicamente se permitiera el acceso antes del inicio de la película y no ya comenzada la proyección, consiguiendo así que el público entrara en la convención y en el ritmo. Hitchcock incluso se ocupó de que se retirara de librerías la novela en la que se basa, para evitar a toda costa que el público se anticipara.

Lo anterior puede apreciarse en el filme de 2012 “Hitchock”, mismo que versa precisamente sobre la producción del clásico. Otro ejemplo de ello es la comprensión que tiene Martin Scorsese del 3D “Hugo” (2011) y que desde un inicio hace que el público se sienta parte de la acción a diferencia de otros filmes donde la novedad está en sentir que los objetos “se acercan”.  

Y se acercan y acercarán por completo las otras dos dimensiones en la parte dos de esta columna que se publicará en siete días.  

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