En las últimas semanas, el conflicto entre la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y el gobierno federal ha alcanzado un nuevo punto crítico, dejando una estela de incertidumbre, parálisis institucional y, sobre todo, miles de niños y niñas sin clases en las zonas más vulnerables del país. La incapacidad de la presidenta Claudia Sheinbaum para entablar un diálogo efectivo con el magisterio disidente no solo agrava una crisis educativa crónica, sino que evidencia una preocupante falta de sensibilidad política y social.
Mientras en Michoacán se reporta la toma de 34 presidencias municipales por parte de la CNTE, y en la Ciudad de México se interrumpen clases en más de 300 escuelas, afectando a millón y medio de alumnos, el gobierno insiste en defender su postura como si se tratara de un logro, no de un fracaso. La mandataria ha dicho: “Nosotros nos apretamos en el gobierno para poder darle un aumento salarial justo a los maestros”. Y si bien un aumento salarial siempre es bienvenido, reducir un conflicto estructural a una cifra en el presupuesto es no entender la raíz del problema.
Lo más grave es que el diálogo no solo está estancado, sino que se ha convertido en un monólogo oficialista. “No se puede dialogar si ellos no escuchan nuestros argumentos”, declaró Sheinbaum, dando a entender que la apertura al diálogo solo será válida si la CNTE acepta las premisas del gobierno. Esto no es diálogo, es imposición disfrazada de civilidad.
Peor aún, la presidenta descalifica abiertamente las demandas del magisterio al asociarlas con posiciones de derecha: “Ahora están planteando lo que plantea la derecha, que hay que boicotear la elección del domingo. ¿Qué tiene que ver la decisión del pueblo de México de elegir al Poder Judicial con las demandas de la derogación de la Ley del ISSSTE del 2007?”. Es precisamente esa desconexión entre las causas sociales y las decisiones políticas lo que alimenta la protesta. Para miles de maestros, la lucha no solo es por salarios, sino por condiciones dignas, por derechos laborales pisoteados desde reformas como la del ISSSTE, y por un modelo educativo que sigue marginando a los más pobres.
Las tomas de estaciones del metro, los plantones y los paros no son hechos aislados: son gritos desesperados de un sector que históricamente ha sido excluido del desarrollo nacional. En vez de criminalizarlos o tildarlos de reaccionarios, el gobierno debería atender la profundidad de sus demandas. Pero Sheinbaum ha optado por la ruta fácil del discurso político, sin ofrecer soluciones reales a una crisis que sigue empobreciendo a quienes dependen de la educación pública para aspirar a un futuro distinto.
En medio de este panorama, los medios de comunicación en México se encuentran divididos. Mientras algunos, alineados con la narrativa oficial, han centrado la cobertura en los bloqueos y las molestias que causan las movilizaciones —presentando a los docentes como responsables del caos—, otros han comenzado a cuestionar abiertamente la rigidez del gobierno y la falta de voluntad política para resolver el conflicto.
Sin embargo, hay una coincidencia preocupante en la mayoría: poca atención a las voces de los estudiantes, padres de familia y docentes en las regiones más afectadas, donde la falta de clases no es novedad sino una constante histórica. La cobertura se ha enfocado
en la superficie del conflicto —los paros, las marchas, los discursos— pero rara vez se adentra en las condiciones estructurales de abandono y marginación que lo provocan.
El conflicto con la CNTE no es un simple desacuerdo sindical. Es un síntoma del abandono estructural en el que se encuentra la educación pública en México. Mientras se presume una transformación de cuarta, los niños de comunidades marginadas siguen siendo los primeros en perder clases y los últimos en recuperar oportunidades.
Sin un verdadero diálogo —uno que escuche, ceda y construya— la educación en México seguirá siendo rehén de la intransigencia, tanto de los gobiernos como de los grupos de presión. Y en ese conflicto, los más pequeños pagan el precio más alto.