
Durante décadas, fumar fue considerado un símbolo de estatus, rebeldía o sofisticación. Hoy, esa percepción se ha desmoronado, especialmente entre las nuevas generaciones, que cada vez rechazan más el hábito de encender un cigarro. A pesar de que el tabaquismo continúa siendo responsable de más de ocho millones de muertes al año según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la tendencia global indica que el número de fumadores está disminuyendo.
Los datos muestran una transformación significativa en los patrones de consumo: mientras que las generaciones mayores (de 45 a 54 años) siguen siendo las principales consumidoras de tabaco, las tasas en jóvenes adultos y adolescentes caen año con año. Esto no solo responde a campañas de prevención y mayores restricciones legales, sino también a un cambio cultural en el que fumar ya no representa un acto atractivo o aspiracional, por el contrario, la mayoría de los consumidores hoy en día se enfocan en cuidar de su salud.
Sin embargo, el tabaco no ha perdido completamente su fuerza en el mercado. Marcas emblemáticas como Marlboro, que durante años dominaron la industria con campañas icónicas y presencia global, siguen siendo las más exitosas en ventas. Su permanencia refleja cómo el legado del cigarro aún persiste en ciertas regiones y grupos demográficos, especialmente en países con ingresos medianos bajos, donde la regulación es más laxa y las estrategias de marketing han sido menos cuestionadas.
A nivel regional, Europa y el Sudeste Asiático siguen mostrando altas tasas de consumo, aunque también se percibe una leve desaceleración. Las proyecciones indican que, para 2025, la prevalencia global de fumadores bajará a menos del 20%, una señal alentadora, pero aún insuficiente frente a los enormes costos sociales y de salud pública que implica el tabaquismo.
La lucha contra el cigarro ha pasado del activismo a las políticas públicas, de los mensajes en las cajetillas a los aumentos de impuestos. Pero quizás el cambio más poderoso ha sido el cultural: fumar ya no es sinónimo de pertenecer, sino de quedarse atrás.
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