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FOODtografía

Estaba en un restaurante de la Ciudad de México a punto de comer unos apetitosos “Chiles en Nogada” cuando, antes de dar cuenta del platillo y como presunción hacia mi esposa, decidí tomarle una foto, subirla a Instagram y enviársela con maliciosa nota para causar su envidia.

Por Alejandro Castañeda
Twitter: @elaprendiz55

Estaba en un restaurante de la Ciudad de México a punto de comer unos apetitosos “Chiles en Nogada” cuando, antes de dar cuenta del platillo y como presunción hacia mi esposa, decidí tomarle una foto, subirla a Instagram y enviársela con maliciosa nota para causar su envidia. Lejos estaba yo de saber que, ¡en ese momento!, entraba a formar parte de una creciente y popular corriente que hoy llaman “Foodsatgram” (yo re-bautizo como “FOODtografía”) misma que está encolerizando a algunos chefs y restauranteros aunque, divirtiendo a otros muchos aficionados a la “celulotografía” (me doy licencia literaria) que sin embargo, denota una creciente tendencia al ostracismo y borrado del ambiente donde muchos se encuentran.

La corriente no habla del fotografiado profesional de platillos y alimentos con fines de promoción, publicidad o arte, sino como una manía de fotografiar lo que se pretende comer antes de hacerlo; como si en la consumición sin fotografiado se perdiera parte del sabor o recuerdo.

En el sitio de internet “xojane” la columnista “Rebecca”, comenta sobre esta creciente tendencia dando cuenta del movimiento restaurantero prohibiéndola y -agrega- estar totalmente de acuerdo con la campaña restrictiva argumentando: “No me gusta que la gente tome fotos de su comida en los restaurantes ya que esta práctica saca la comida de su contexto original”. Tal vez tenga razón, pero para mí no es necesariamente lo importante.

Mi preocupación viene verdaderamente del hecho de que uno fotografía cosas que le son relevantes, trascendentes: Seres queridos, lugares memorables, monumentos, objetos altamente valorados y momentos especiales, no cosas triviales y perecederas. Por lo tanto, este tipo de “snapshots” de platillos, nos hacen pensar que la comida es central y TODO LO DEMÁS, queda excluido: compañía humana, espacio vital, ambiente circundante y, peor aún, el mismísimo motivo de estar en un lugar de comida o diversión en este momento.

Hillary Dixler del sitio “eater” en su columna “expert”, publica que fotografiar la propia comida puede ser un signo de enfermedad mental y cita literalmente lo manifestado por la Dra. Valerie Taylor jefe de psiquiatría del hospital de la Universidad de Toronto en Canadá, en una conferencia llamada “Food Fetish: Society’s Complicated Relationship with Food” que dictara en la cumbre canadiense sobre obesidad en Vancouver llegando a manifestar: “Para algunas gentes con predisposición a documentar la comida propia y hacer relaciones con medios sociales, es preludio de enfermedades asociadas a la obesidad.

“Alli”, columnista staff del mismo sitio “xojane”, encontró una extraña relación -que viene a fortalecer lo dicho por la Dra.Taylor- entre Foodstagram y una fuerte actividad en las redes sociales. ¿Habrá una relación?, todo parece indicar que si.

 

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