Hasta cierto punto es lógico, porque un evento que influye culturalmente de tal manera en una sociedad encaja en cualquier brief:
“Todo mundo se reúne”, hay que aprovechar para venderles.
“Hasta la abuela se sienta frente a la tele”, no podemos perder esa oportunidad mediática.
“Sube el gasto”, lancemos una promoción.
“El sentimiento nacionalista aflora como nunca”, somos mexicanos y no podemos faltar.
¿Cuál es el concepto a comunicar? ¡Algo para el Mundial! ¿Reason to believe? Que es obligatorio y hay presupuesto asignado.
Y los brainstormings se llenan de palabras como “pasión”, “sueño mundialista”, “esperanza”, “México”… Como si ‘hacer algo para el Mundial’ fuera una idea en sí mismo.
Los mismos comerciales exitosos de siempre se reviven como referencias de mood una y otra vez, buscando componer un manifiesto al mejor estilo Cerveza Quilmes que le ponga al país la piel chinita. Llegan los logos pintados de verde, los balones reemplazando la O en los headlines, los hashtags patrioteros y los descuentos con cada gol de la Selección.
Sí, el Mundial se va a jugar en México. Sí, es histórico. Sí, será el evento más comentado en esta parte del planeta. Y justo por eso, deberíamos tenerle más respeto. Lo peor que podemos hacer es que llegue el 2026 y parezca el 1986. Que nos gane la nostalgia y repitamos lo de siempre, sin preguntarnos si agrega valor.
No podemos tratarlo como un trend más para rellenar la parrilla de contenidos del real-time marketing que pusimos en el plan. Lo obligatorio no es estar, sino estar bien.
El próximo año nos traerá un aluvión de campañas mundialistas, costumbristas, oportunistas y publicistas. Y, como siempre, serán muy pocas las verdaderamente humanistas. Las recordadas. Las que en 2030 se usarán de ejemplo en una sala de juntas. Las que no siguen la narrativa, sino que la reescriben. Con una voz inconfundible. Con una idea que no nació del FOMO, sino de la ambición de ser parte de la conversación.
¿Nos sirve estar? Estemos con algo que valga la pena. Con un punto de vista. Con una historia. Con una propuesta que diga algo más que “nosotros también”. Con una idea que le sume a la cultura, no que se suba al tren. Que no nazca del Excel, sino de un hallazgo humano.
Busquemos ideas que conecten con lo que ya mueve a la gente en vez de inventar pasiones forzadas. Que hackeen el momento en vez de colgarse de él. Hagamos campañas que no le hablen al estadio lleno, sino al grupo de WhatsApp. Que no quieran ser la voz de México, sino de los mexicanos. Que entiendan que, a veces, un buen meme dice más que un manifiesto. Que no vean el Mundial como un megáfono, sino como una mesa de bar: donde se conversa, se bromea, se opina y, si tienes suerte, se recuerda lo que dijiste.
Gritar “fútbol” más fuerte que los demás no nos llevará a nada. Las marcas necesitan encontrar qué decir en medio del ruido.
Volvemos a tener cancha propia. Aprovechémosla. Pero no simplemente para ser locales, sino para que el mundo gire a admirarla. Eso sí es jugar bonito.