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Ana Karina Ortiz

El espejismo del progreso digital mexicano

Internet permite la apertura en la oferta de bienes y servicios y una mejora en las prestaciones para el consumidor o usuario, pero también conlleva peligros.

Ya somos más de 4 mil 500 millones de personas en el mundo con acceso a Internet, es decir casi el 60 por ciento de la población mundial, un 7 por ciento más que en enero 2019, de acuerdo con los datos del último informe global que cada año elabora la agencia de marketing y comunicación online 2.0 We Are Social, en alianza con Hootsuite.

Sólo en el último año, 300 millones de personas se convirtieron en cibernautas por primera vez, la mayoría de ellos viven en economías en desarrollo.

Esta semana, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) dio a conocer los resultados de la última Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares Mexicanos.

En nuestro país hay 80.6 millones de usuarios de Internet, lo que representa el 70 por ciento de la población de seis años o más. Esta cifra supone un incremento de 4.3 puntos porcentuales con respecto al año anterior y 12.7 puntos si la comparamos con 2015.

Estos datos muestran claramente como está aumentando la participación digital de forma generalizada, tanto en zonas urbanas como rurales, y cómo México es uno de los países que contribuyen al incremento paralelo que proyectan las estadísticas globales.

Pero más allá de todos estos números, es particularmente interesante observar cómo y para qué usamos Internet los mexicanos. Ahí es donde nos damos cuenta de cuáles son los motivos de conexión prioritarios y de qué manera este incremento de cibernautas tiene repercusiones positivas para la llamada economía digital (ED).

Los mexicanos utilizamos Internet principalmente para entretenernos (91.5%), para obtener información (90.7%) y para comunicarnos (90.6%). De estos usos, hay dos que sí podrían tener un impacto claro y positivo para un ciudadano: el poder acceder a información que dé respuesta a un interés personal o profesional y el poder comunicarnos de forma más rápida y eficaz.

No obstante, los cinco factores que permiten ver el impacto que tiene el acceso a Internet en la economía son el comercio electrónico, tanto entre empresas (B2B) como de empresas a consumidores (B2C); la bancarización digital, la simplificación burocrática a través de procedimientos en línea; las posibilidades que ofrecen los canales digitales para una economía colaborativa y lo que se conoce como el “Internet de las cosas” (IOT), que permite conectar objetos de la vida cotidiana a la red para beneficiar al consumidor.

Sin embargo, todos estos factores aún suponen un reto para nuestro país. Sólo un 22 por ciento de los cibernautas mexicanos realizan compra de productos en línea y las operaciones bancarias alcanzan únicamente al 16.8 por ciento. En países como Dinamarca o Reino Unido, el porcentaje se eleva hasta el 80 por ciento.

En cuanto a la simplificación burocrática, todavía faltan muchos pasos para que un ciudadano o una empresa puedan completar un trámite de forma digital sin tener que desplazarse a la entidad pública o privada correspondiente para entregar el formulario que, en efecto, fue rellenado de forma electrónica. Eso es una digitalización parcial que no beneficia ni simplifica las cosas para el usuario.

La etapa en el que se encuentra la economía digital en México es crucial y en función de cómo se dé su desarrollo en los próximos años, puede derivar en una fuente de crecimiento con un impacto positivo para el bien común de la población o, por el contrario, generar más desigualdad.

Internet permite la apertura en la oferta de bienes y servicios y una mejora en las prestaciones para el consumidor o usuario, pero también conlleva peligros. Varios economistas a nivel mundial han advertido sobre el riesgo de oligopolio, ya que unas pocas empresas multinacionales concentran gran parte del beneficio por transacciones comerciales en línea, algunas de ellas gozan de grandes beneficios fiscales.

Esto deja poco espacio y una falta de competitividad para las pequeñas, medianas e incluso grandes empresas mexicanas que tratan de salir a flote y no ahogarse en el océano de la venta en línea, frente a tiburones digitales internacionales como son los operadores de comercio electrónico o plataformas con provisión de servicios.

Otro aspecto a tener en cuenta es la automatización de muchas actividades productivas y como puede repercutir en el empleo y el impacto en las empresas tradicionales que no han sabido cómo digitalizar sus procesos. Por eso es tan importante marcar las reglas del juego para lograr que la economía digital permita un cambio estructural en el país y genere igualdad.
Por Ana Karina Ortiz, columnista, conferencista y experta en el sector jeans. Licenciada en Mercadotecnia por la UVM.

Cuenta con más de 18 años de experiencia en la industria textil y manufacturera. Actualmente, es directora de Mercadotecnia, Publicidad y Licencing de Silver Plate Jeans, empresa líder en la industria de los jeans en México.

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