La Inteligencia Artificial (IA) sin duda es una herramienta que nos ayuda a agilizar y ser más eficientes en nuestros quehaceres profesionales, aquel mito de que la IA va a desaparecer empleos quedo atrás, más bien lo que se van a crear son especializaciones en el manejo de la IA aplicada a las diferentes industrias, lo que sí es innegable es que debemos actualizarnos y cambiar nuestro mindset utilizando la IA como un aliado para mejorar y ser más ágiles en lo que hacemos, particularmente en aquellas tareas que resultan mecánicas o automatizadas.
Es bien sabido que entre otras ventajas la IA nos ofrece precisión y rendimiento, la IA es excelente para procesar grandes volúmenes de datos, identificar patrones y realizar tareas repetitivas con una velocidad y precisión inigualables.
Nos permite automatizar procesos y flujos de trabajo, liberando a los humanos de tareas rutinarias y tediosas. Al seguir algoritmos consistentes, la IA puede eliminar errores manuales en el procesamiento de datos y otras tareas, además es capaz de analizar información y predecir comportamientos, lo que es útil en áreas como la detección de fraudes, el marketing y la medicina entre otras ventajas la IA a diferencia de los humanos no tiene limitaciones de horario, necesidad de descanso o factores que interrumpan su labor.
Sin embargo, la IA tiene sus limitaciones y ahí es donde la Inteligencia Emocional, juega un rol muy importante. La IA no experimenta emociones, no tiene autoconciencia ni comprende el mundo como lo hace un ser humano.
Aunque puede ser entrenada para reconocer y simular emociones (IA emocional), no las “siente” ni las entiende en toda su complejidad. Su “inteligencia” depende completamente de los datos con los que fue entrenada.
Si los datos están sesgados, el sistema replicará esos sesgos. La IA carece de la capacidad de tomar decisiones éticas o morales por sí misma, requiriendo siempre la supervisión humana en este aspecto.
La inteligencia emocional es la habilidad humana de reconocer, comprender, gestionar y utilizar las emociones, tanto las propias como las de los demás. Incluye la autoconciencia, la autorregulación, la motivación, la empatía y las habilidades sociales.
La IE nos permite reconocer y comprender las propias emociones, fortalezas y debilidades, la autorregulación nos permite gestionar las emociones de manera efectiva, controlando impulsos y adaptándose a situaciones cambiantes.
La capacidad de comprender y compartir los sentimientos de los demás, es fundamental para construir relaciones sólidas. Facilita la comunicación efectiva, la resolución de conflictos y la colaboración.
Los humanos somos capaces de generar un liderazgo inspirador y coordinar acciones en grupo gracias a la solidaridad y la conexión emocional.
Por lo tanto, debemos buscar un equilibrio, la relación entre IA e IE no es de competencia, sino de complementariedad. La IA sobresale en la eficiencia, el análisis de datos y la automatización, mientras que la IE aporta la calidez humana, la empatía, la ética y la capacidad de entender contextos complejos y matices emocionales.
La IA puede ser una herramienta poderosa para amplificar la percepción humana. Por ejemplo, en marketing, la IA gestiona el volumen de datos y la ejecución técnica, mientras que la inteligencia humana (IE) aporta la estrategia, la creatividad y el equilibrio emocional para crear campañas que generen confianza y conexión.
Se está desarrollando un campo de la IA enfocado en reconocer y responder a las emociones humanas a través de datos sensoriales, expresiones faciales y lenguaje.
Sin embargo, es crucial entender que esta IA simula o interpreta patrones emocionales; no tiene ni siente emociones reales. La IE busca hacer que las interacciones con los sistemas digitales y robots sean más “humanas”.
Ejemplos incluyen plataformas educativas que detectan si un alumno está confundido o aplicaciones de salud mental que analizan el lenguaje para identificar signos de depresión.
A pesar de los avances de la IA, habilidades como la empatía, la ética, la autoconciencia, la creatividad profunda y la capacidad de establecer vínculos emocionales auténticos siguen siendo exclusivas de los seres humanos. Ningún algoritmo podrá reemplazar un abrazo, la motivación de un buen maestro o la sabiduría de quien sabe escuchar.
El futuro y la ética radican en encontrar un equilibrio entre la eficiencia de la IA y la calidez y el juicio humano de la IE. Las empresas y sociedades que prosperen serán aquellas que utilicen la IA para potenciar y no para anular las capacidades humanas.
La IA es una herramienta poderosa que nos permite hacer más y de forma más eficiente, pero la IE es la base de nuestra humanidad, nuestras relaciones y nuestra capacidad de innovar y prosperar en un mundo complejo. La sinergia entre ambas será fundamental para el desarrollo futuro y de la humanidad.
Nosotros como comunicadores y mercadólogos debemos buscar y cuidar ese equilibrio, a fin de no crear contenidos fake o historias que solo sucedieron en una máquina mediante un algoritmo, debemos ser auténticos y más empáticos.
En el último festival de Cannes, ese fue uno de los elementos que más relevancia y discusión tuvo, los trabajos más reconocidos fueron aquellos que se apropiaron de causas sociales, porque generaron esa conexión emocional tanto de diversión como de reflexión, el “purpose washing” vs el “real purpose”.