El daño que ha hecho a las mujeres el “ideal” del cuerpo delgado perpetrado por la industria de la moda está causando que algunas instancias tomen medidas controversiales que para unos son sólo una forma de paliar consciencias, y para otros, decisiones responsables. 

En Francia, por ejemplo, hoy es obligatorio para las modelos presentar pruebas médicas certificadas de que tienen un índice de masa corporal de por lo menos 18, y las agencias que contraten a modelos sin este requisito enfrentan posibles penas de cárcel.

Ahora, la marca británica Rose & Willard estableció una cláusula “no negociable” en los contratos que firma con las modelos, que las obliga a comer en presencia de una persona de la agencia, algo que algunos medios, como Quartz, califican de “absolutamente invasivo”.

La fundadora de la marca, Heidy Rehman, escribió un ensayo publicado por el Huffington Post, titulado “Nuestras modelos no tendrán otra opción, más que comer”. En él, Rehman señala que el Congreso británico está por pasar una ley que prohibe la contratación de modelos menores de 18 años, lo cual “parece una imposición”.

“En Rose & Willard estamos comprometidos a proteger a las modelos que trabajen para nosotros y estamos muy motivados al debate público de este importante y sensible tema”, dice la ejecutiva.

“Hemos decidido que incluiremos una cláusula contractual no negociable con la agencia de modelos que establezca que la modelo deberá comer una comida en nuestra presencia. No le permitiremos comer un pequeño bocado y/o le sugeriremos que coma después. La consecuencia de no cumplir con la cláusula será que ni a ella ni a la agencia se le pagará. Sí, es una forma de hacer el papel de niñeros, pero creemos que tenemos una responsabilidad de proteger a estas jóvenes mujeres de una industria que creemos puede exponerlas a la explotación y las presiona a morir de hambre y dañar su salud y si bienestar”.

Quartz pone sobre la mesa la posibilidad de que la medida se trate de un truco publicitario que puede poner a todos “masivamente incómodos”.

La cuestión fundamental aquí es que, más allá de que la decisión sea incómoda invasiva, o necesaria, nuevamente somos testigos de un intento por tomar control sobre las decisiones sobre su propio cuerpo sin tomar en cuenta el hecho de que los problemas con la imagen corporal de las mujeres tienen un origen y una explicación sistémica para la que no puede asignarse un sólo responsable, y que no se solucionará con medidas disciplinarias.

Después de todo, fue también en Inglaterra en donde se implementaron medidas tan extremas como la alimentación forzada a las mujeres encarceladas por pedir el derecho al voto y a los derechos civiles igualitarios en los años 20 del siglo pasado. Salvando las diferencias, ambos son ejemplos de decisiones radicales que se toman en contra de las mujeres cuando no se sabe qué hacer con un problema “de mujeres”.

Mientras las industrias de la moda, el cine, la publicidad y la televisión sigan presentando a la delgadez como un estado similar a la perfección, como un requisito para ser aceptada en la sociedad, y a todo lo que no sea ese modelo como un pecado capital, todas las medidas que se tomen seguirán castigando a las de siempre, a las mujeres.