Aquí, en los medios mexicanos y latinoamericanos, lo interpretamos como el asesinato de tan solo un influencer gringo, pero es mucho más. Aquí somos periodistas incipientes. Primitivos en su mayoría. Cavernícolas. Trogloditas tecleadores. Todavía no caemos en cuenta de que Donald Trump es el mejor mercadólogo del mundo y el primer presidente influencer de esta era: la posmodernidad.
Lo que ocurrió estos días con el asesinato de Charlie Kirk, de 32 años, con esposa y una hija pequeña, es muy grave para EE.UU. y para el mundo posmoderno. ¿Por qué? No se trata de discutir si Charlie Kirk era bueno o malo. Ya está muerto. Lo mataron de un balazo preciso en la yugular. Un disparo certero, desde 200 metros, de un francotirador entrenado por la CIA. Primera pista. El asesinato -sospecho- es fuego amigo. Del Deep State, el Estado profundo, el eterno enemigo de Trump, que es un rebelde de las instituciones de Estados Unidos.
Ahora bien, Kirk era un neoconservador. Esto significa que era un joven con una visión como la de su fundación Turning Point (Punto de Inflexión), que yo traduzco como “regresar atrás” o “cambiar de dirección”. Es la tendencia de los centennials a volverse más conservadores o a desconectarse por tanta sobreinformación implícita y tanto vacío abundante.
Kirk era toda la voz que Trump no quería decir, pero que sí decía. Abiertamente racista, sionista, transfóbico, homofóbico, supremacista y ultra-MAGA conservador. Era su voz joven y, con seguridad, habría sido presidente en tres cuatrienios. Fuerte, muy fuerte.
Charlie también era muy cercano al vicepresidente Vance y los ayudó a ganar las elecciones pasadas en Arizona, algo nunca visto para los republicanos. Hacía el trabajo duro y sucio en las universidades, en el campo, ganando votos para MAGA y para Trump. Por esto es mucho más importante el asesinato de Charlie Kirk: era el segundo influencer político más importante de EE.UU. y, muy probablemente, un futuro presidente.
Contaba con un capital de seguidores en redes sociales de más de veinte millones de centennials y generación Alfa. Adoraba el debate y provocar a la izquierda académica de las universidades. Eso mueve la interioridad de América y los cimientos de la hegemonía de la última potencia en decadencia del mundo occidental.
La bestia está herida, y un animal herido de muerte es muy peligroso porque no tiene nada que perder. Peligroso, muy peligroso.