Este año, en un escenario donde la IA parecía tomar total protagonismo, se está reconociendo algo que para muchos generaba incertidumbre: las grandes ideas siguen naciendo de humanos, no de máquinas.
Sí, la inteligencia artificial está transformando todo: automatiza, acelera, predice, y cada día sorprende más. Pero también está dejando algo en claro: lo verdaderamente poderoso, lo que conecta, lo que emociona, no es lo que una IA puede replicar, sino lo que un ser humano puede sentir y transformar en una idea.
En Ganem lo vivimos a diario. Usamos IA, claro. Pero lo que no se puede automatizar es la empatía, el criterio, el olfato creativo, el detalle. Las discusiones y la intuición para ver cuándo una idea es buena o cuándo hay algo que mejorarle. Eso sigue siendo profundamente humano y es parte fundamental de nuestro proceso de todos los días.
Estamos viviendo un momento en el que la tecnología está cambiando muchas cosas, pero al mismo tiempo estamos recordando que las ideas con alma son las más poderosas. Ideas que responden a verdades culturales, que provocan, que tienen una visión clara del mundo. Estamos en un punto donde lo técnico ya no es un diferenciador. Lo emocional, sí.
Y eso, también emociona.
Porque más allá de algoritmos o prompts, las mejores marcas siguen buscando lo mismo: conectar y ser relevantes. Y para lograrlo, hay que entender, sentir y proponer desde un lugar auténtico. Ese es el verdadero valor de nuestra industria, y también nuestro mayor reto.
Este año, Cannes no solo celebra el futuro. También nos recuerda que, para que ese futuro sea relevante, debe seguir teniendo corazón.