Hay preguntas que parecen poéticas, casi existenciales:
¿A qué huele el miedo? ¿A qué huele el amor? ¿A qué huele tu infancia?
Pero en realidad, estas preguntas tienen respuesta. No solo en nuestra memoria emocional, sino también en la estrategia de marketing. Porque lo que olemos, lo sentimos. Y lo que sentimos, lo compramos.
El olfato no miente
El olfato es el único sentido que conecta directamente con el sistema límbico del cerebro, donde se procesan las emociones, la memoria y el comportamiento. A diferencia de la vista o el oído, que pasan primero por filtros racionales, el olor va directo a la emoción.
Un estudio del Instituto de Neuromarketing en Holanda demostró que un aroma puede generar una respuesta emocional 300% más intensa que una imagen visual. Y más importante aún: los aromas no se olvidan.
A qué huele la infancia
Cierra los ojos un momento.
Piensa en tu infancia.
Ahora responde: ¿a qué huele?
Tal vez a plastilina, a talco, a pan dulce, a tierra mojada, al cloro de una alberca. La infancia huele a protección, a juego, a seguridad. Y lo más poderoso: es un aroma distinto para cada persona. Pero todos compartimos algo: esos aromas despiertan nostalgia. Y la nostalgia, cuando se activa correctamente, vende.
Ejemplo: Las tiendas de juguetes que usan aromas dulces (como chicle o algodón de azúcar) no solo agradan a los niños… sino que reactivan el niño interior de los adultos, abriendo la puerta emocional al consumo.
A qué huele el amor
El amor huele. Y no nos referimos solo a perfumes.
El amor huele a flores, a sábanas limpias, a pan recién hecho, a piel, a vainilla, a ese suéter que alguien dejó impregnado de su presencia.
Las marcas que venden experiencias de pareja (hoteles, spas, joyerías, viajes, restaurantes) deberían entender esto mejor que nadie. Si el amor es el motor más fuerte de la emoción humana, el aroma que lo evoca no puede ser un detalle decorativo.
Insight de marca: Un hotel boutique que aromatiza sus habitaciones con una esencia floral suave y cálida puede hacer que una pareja recuerde ese viaje para siempre… e incluso vuelva, no solo por el lugar, sino por cómo los hizo sentir.
A qué huele el miedo (y cómo evitar que tu marca huela así)
¿Sabías que el cuerpo humano libera sustancias químicas específicas cuando sentimos miedo?
Estudios en neurociencia han demostrado que el sudor del miedo tiene un olor distinto al del ejercicio o al estrés, y que otros seres humanos pueden detectarlo inconscientemente.
Pero llevémoslo al marketing.
Un espacio mal ventilado, con olor a encierro, humedad o incluso desinfectantes agresivos, puede generar una sensación inconsciente de rechazo, incomodidad o peligro.
Y en el punto de venta, eso puede significar una venta menos.
Advertencia sensorial: Un consultorio que huele demasiado a alcohol o cloro puede generar ansiedad. Una boutique con olor a humedad puede percibirse como descuidada. Sí, el miedo también huele. Y puede alejar clientes.
¿Por qué esto también vende?
Porque las emociones venden.
Y los aromas son atajos emocionales.
La clave está en identificar qué emoción quieres provocar y encontrar su código olfativo. En mi metodología lo llamo Aromacódigo emocional: la conexión entre un sentimiento y una familia olfativa que lo representa.
La emoción como ventaja competitiva
Hoy no basta con tener un buen producto o servicio.
Hay que crear un recuerdo. Una experiencia. Una sensación.
Y eso se logra activando los sentidos, no solo los argumentos.
Cuando una marca se conecta con emociones profundas como el amor, el miedo o la nostalgia —y lo hace a través del aroma— no solo está vendiendo… está dejando una huella. Una marca olfativa que, con solo un respiro, puede traer de vuelta el deseo, la confianza o la alegría de un momento vivido.
Cierre: Dime qué emoción vendes… y yo te diré cómo debería oler tu marca
Vivimos en una era de sobreinformación y saturación visual.
Pero el olfato aún tiene campo virgen en la estrategia de marca.
Y ahí está la oportunidad.
Si quieres que tu marca conecte, hazla oler a algo que importe.
A lo que mueve, a lo que emociona, a lo que no se olvida.
Porque en el fondo, el miedo, el amor y la infancia no solo se sienten…
también se huelen. Y sí, también venden.