Con más de 25 por ciento de la población trabajando más de 48 horas semanales, según datos de El País, y con la aprobación de reformas graduales que buscan reducirla a 40 horas para 2030, la pregunta clave es: ¿qué significará realmente este cambio para la economía, la productividad y el entorno laboral del país?
Más allá del discurso político o sindical, esta reforma podría marcar un antes y un después en la manera de hacer negocios en México. Pero ¿es una oportunidad o un riesgo?
Reducir la semana laboral podría tener beneficios tangibles para empresas, empleados y el entorno general de negocios. Estudios de la OMS y la OIT han señalado que largas jornadas están asociadas con mayores riesgos de enfermedades cardiovasculares y deterioro de la salud mental.
En ese sentido, trabajar menos horas no es solo una demanda laboral, sino también una medida de bienestar.
Además, menos horas no significa menor productividad. Países como Islandia, Francia o Japón han comprobado que, con mejor organización y foco, la productividad por hora trabajada puede incluso aumentar. Las empresas que apuestan por modelos más equilibrados tienden a reportar mayor retención de talento, menor rotación, y mejora en el compromiso del empleado.
Desde la óptica reputacional, una empresa que respalda jornadas reducidas puede fortalecerse como marca empleadora. En mercados globales donde la flexibilidad y el bienestar laboral son cada vez más valorados, esto se traduce en ventaja competitiva.
Y hay otro punto: la eventual necesidad de contratar más personal para cubrir las horas reducidas podría abrir espacio para la creación de empleos, en un país con amplios márgenes de informalidad y desempleo juvenil.
Sin embargo, no todo son luces. Los costos laborales aumentarían, sobre todo para las pequeñas y medianas empresas. Se estima que las cargas pueden elevarse hasta un 36 por ciento si no se acompaña la medida con ajustes fiscales, subsidios o incentivos. Para negocios con márgenes operativos estrechos, esta transición podría ser inviable sin apoyos concretos.
Tampoco debe ignorarse el impacto sobre la estructura contractual y legal. Las empresas tendrán que modificar sus contratos colectivos, esquemas de compensación, políticas de horas extra y plataformas de registro de asistencia. La implementación no será sencilla ni rápida.
Según los resultados de un ensayo clínico en el Reino Unido, adoptar una semana laboral de cuatro días puede ser beneficioso para la empresa. Durante seis meses, casi 1000 empleados de 17 organizaciones trabajaron una semana laboral más corta, manteniendo el mismo salario y la misma carga de trabajo.
Las 17 entidades han mantenido la semana laboral más corta tras el periodo de prueba, ya que no solo los trabajadores se beneficiaron, algunas organizaciones registraron un aumento de ingresos y menos bajas por enfermedad en comparación con el mismo periodo del año anterior.
En sectores como la comunicación y las relaciones públicas, la reducción de la jornada laboral podría tener un impacto positivo si se gestiona estratégicamente. Estos sectores dependen en gran medida de la creatividad, la rapidez de respuesta y la gestión eficiente del tiempo, por lo que jornadas más cortas podrían favorecer el enfoque, disminuir el agotamiento y mejorar la calidad del trabajo entregado.
Sin embargo, también representa un reto, especialmente en agencias donde los picos de trabajo suelen extenderse más allá del horario convencional, por ejemplo, durante lanzamientos, eventos o crisis reputacionales.
Para evitar que el cambio derive en mayor carga informal (como estar siempre “disponible”), será clave replantear flujos de trabajo, fortalecer la gestión por proyectos y establecer límites claros con los clientes. La reducción de horas obligará al sector a evolucionar hacia un modelo más ágil, enfocado en resultados y menos dependiente del presentismo.
La reducción de la jornada laboral no es solo una medida social, sino una decisión estratégica con múltiples implicaciones. Bien implementada, puede mejorar la competitividad nacional, elevar el bienestar de los trabajadores y posicionar a México como un país laboralmente moderno. Mal manejada, puede traducirse en sobrecostos, rigidez y mayor informalidad.
En este escenario, las empresas con visión de largo plazo no se preguntarán si pueden adaptarse, sino cómo convertir esta reforma en una ventaja para atraer talento, operar con inteligencia y crecer con sostenibilidad.