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Pablo Mercado

Marcas que huelen a poder: el nuevo lujo invisible

Durante años, el lujo se midió por lo que se ve: relojes brillantes, autos elegantes, espacios impecables.

Después vinieron los sonidos exclusivos: la música de un lounge, la voz de un concierge. Pero hoy, las marcas más sofisticadas no solo se ven o se escuchan… se huelen.

Y no es casualidad.

El aroma se ha convertido en una señal silenciosa de estatus, una forma de decir “aquí se respira exclusividad” sin tener que decir nada. En un mundo saturado de estímulos visuales, el olfato el sentido más íntimo y emocional está reclamando su lugar como protagonista en la percepción de valor.

El lujo no solo se ve, se respira

Piensa en esto: entras a una tienda como Palacio de Hierro y lo primero que percibes no es una prenda, sino una atmósfera. Un olor a sofisticación. A elegancia. A algo caro.

Ese aroma no es un aromatizante genérico. Es el resultado de un trabajo estratégico donde la marca decidió qué emoción quiere despertar, qué recuerdo quiere activar y qué tipo de cliente quiere atraer.

El olfato actúa directamente sobre el sistema límbico, la zona del cerebro donde nacen las emociones y se almacenan los recuerdos. Es por eso que un buen aroma puede cambiar la percepción de un lugar, de un producto o incluso de su precio.

El olfato como código de pertenencia

Así como existen códigos visuales (el logo de Apple, la bolsa de Louis Vuitton), también existen códigos olfativos. Son aromas que comunican lujo, calma, poder, sensualidad sin usar palabras.

En el marketing olfativo lo llamamos “aromacódigos”: combinaciones de notas que despiertan emociones específicas. Por ejemplo:

  • Notas amaderadas con almizcle y ámbar: lujo, confianza, autoridad
  • Lavanda y vetiver: limpieza sofisticada
  • Sándalo y bergamota: calma premium
  • Higo, cuero y resina: misterio, exclusividad

No es coincidencia que marcas como Mercedes-Benz, Swarovski o tiendas boutique de hotelería de lujo usen exactamente estas familias olfativas. No solo huelen bien… huelen a estatus aspiracional.

Cuando el aroma también vende

Una fragancia ambiental no solo decora el espacio. Influye en la permanencia, en el estado emocional del cliente y en su predisposición a comprar.

Un estudio de la Universidad Rockefeller reveló que recordamos el 35% de lo que olemos, frente a solo el 5% de lo que vemos.
Y estudios aplicados al retail han demostrado que una tienda con aroma agradable puede incrementar hasta un 20% el tiempo de permanencia y un porcentaje similar en ventas.

Es decir: el aroma correcto puede hacer que un cliente no solo entre, sino que también compre, regrese y recomiende.

Y más importante aún: puede hacer que sienta que ese producto o servicio vale más. Porque el olfato refuerza la percepción de calidad, exclusividad y diferenciación.

El aroma también construye marca personal

No solo las grandes marcas pueden oler al éxito. Cada vez más profesionales, coaches, arquitectos, asesores de imagen, interioristas y hasta influencers están diseñando su propia firma olfativa como parte de su identidad de marca.

Lo que antes era exclusivo de grandes cadenas ahora está al alcance de negocios boutique, microempresas y emprendedores que entienden algo clave:

La emoción que despiertas define lo que vendes. Y el aroma es emoción pura.

He trabajado personalmente con marcas pequeñas que, al implementar una estrategia olfativa, vieron cómo su percepción cambió casi de inmediato: los clientes lo notan, lo preguntan, lo recuerdan. Y eso no tiene precio.

De accesorio a activo estratégico

El mayor error que cometen muchas marcas es tratar el aroma como algo decorativo, como un ambientador más. Pero el aroma no es accesorio, es un activo sensorial.

Un activo que, bien diseñado, se convierte en:

  • Una firma emocional de marca
  • Una herramienta de fidelización
  • Un elemento diferenciador frente a la competencia
  • Un detonador de emociones que se traduce en decisiones de compra

Y en un mercado donde todos compiten por atención visual, la ventaja está en lo invisible.

El futuro huele bien

Hoy el aroma ya es parte de la experiencia del cliente en hoteles, tiendas, showrooms, spas, aeropuertos e incluso conciertos.
(Sí, el concierto de Yuri en el Auditorio Nacional fue aromatizado. Y fue un éxito sensorial total).

Y esto apenas empieza.

Con la llegada de la inteligencia artificial olfativa, las experiencias inmersivas y el auge del marketing emocional, el aroma será cada vez más un código de identidad de marca, al nivel del logo o el slogan.

Porque al final, el aroma no solo vende. Conecta.
Y en un mundo de marcas que gritan, destacar por lo que se siente es la verdadera forma de liderar.

¿A qué huele el éxito?

Huele a madera noble, a sándalo elegante, a bergamota fresca.
Pero sobre todo, huele a marca con propósito, emoción y estrategia.

Hoy más que nunca, las marcas que dejan huella no solo son las que se ven,
son las que se sienten.

 

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