Actualmente, vivimos en un mundo hiperconectado, cada vez surgen nuevos medios, especialmente en el mundo digital, pero ¿cuántos medios hoy gozan de total credibilidad? Especialmente cuando vemos que la gran mayoría de las notas e historias son negativas y muchas veces alarmistas o amarillistas.

Leía en un artículo publicado por Merca20 que más del 40% de las personas que están expuestas a los medios, ya no desean ni leer ni escuchar noticieros, ya que ello les causa gran ansiedad y preocupación.

Hace unos días leíamos y escuchábamos al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, declarar que habían terminado con los recursos nucleares de Irán, por otro lado, el líder Iraní, el Ayatolá Jamení, salió a decir que Irán había ganado la guerra y que sus recursos de uranio para fabricar armas nucleares ya lo habían movido a otro lado, declarándose ganadores de la guerra entre Irán en Israel. ¿A quién creerle entonces? A medio publicó lo que mejor le parecía.

Bien sabemos que los medios lo que venden son crónicas e historias, para mantenernos informados, pero también sabemos que muchas de esas historias son exageradas. Recuerdo que en mis tiempos de publicista decíamos que al momento de crear un anuncio la creatividad debía contener historias que le gusta ver a la audiencia, pero que no desean ser parte de ellas, digamos mantenerse como testigos, al igual como cuando vemos una película de ciencia ficción o casos de la vida real.

La credibilidad de los medios atraviesa una etapa crítica en muchos países, y México no es la excepción. Según el Digital News Report 2025 del Instituto Reuters, solo el 36% de los mexicanos confía en las noticias que consume. Esta baja confianza se debe a una combinación de factores:

• La fatiga informativa: La sobrecarga de noticias y la dificultad para distinguir fuentes confiables han llevado a muchas personas a evitar activamente el consumo informativo.
• Concentración mediática: Un pequeño grupo de corporaciones domina el panorama informativo, lo que genera percepciones de sesgo o falta de pluralidad.
• Influencia política: La relación entre el poder político y los medios ha sido tensa. Por ejemplo, la actual administración ha mantenido prácticas como señalar públicamente a periodistas, lo que alimenta la desconfianza.
• Migración digital: El consumo de noticias se ha desplazado hacia redes sociales y plataformas digitales, donde la desinformación circula con facilidad.

A pesar de este panorama, algunos medios como El Universal o CNN en Español mantienen niveles relativamente altos de credibilidad. Además, formatos como los pódcast y el periodismo de datos están ganando terreno como alternativas más confiables y profundas.

La credibilidad de los medios digitales frente a los tradicionales es un tema complejo y en constante evolución.

Los medios tradicionales (como la televisión, la radio y la prensa escrita) suelen gozar de mayor credibilidad entre audiencias más conservadoras o mayores. Esto se debe a su trayectoria, reputación institucional y estándares editoriales más establecidos.

Los medios digitales, por otro lado, tienen que construir su credibilidad desde cero. Al no contar con una historia consolidada, dependen de la calidad del contenido, la transparencia editorial y la interacción con la audiencia para ganarse la confianza del público.

Una ventaja de los medios digitales es su interactividad la cual permite una comunicación bidireccional, donde los usuarios pueden comentar, compartir y debatir en tiempo real. Sin embargo, esta apertura también facilita la propagación de desinformación y noticias falsas.

En cuanto a percepción, muchas personas aún consideran que los medios tradicionales son más confiables, aunque los digitales están ganando terreno, especialmente entre los jóvenes y usuarios más activos en redes sociales.

La tecnología está transformando radicalmente la credibilidad de los medios, y su impacto futuro será tan prometedor como desafiante.

La Inteligencia Artificial (IA) está revolucionando la producción de contenido, desde la redacción automatizada hasta presentadores virtuales. Esto permite mayor eficiencia, pero también plantea riesgos de desinformación si no se aplican estándares de transparencia claros.

Herramientas basadas en IA están ayudando a detectar noticias falsas, pero también pueden ser manipuladas. La carrera por controlar “la verdad” digital se intensifica. Algunos medios ya experimentan con contenido generado completamente por IA. Esto puede erosionar la confianza si el público no sabe distinguir entre lo auténtico y lo automatizado.

La tecnología permite adaptar las noticias a los intereses individuales, lo que mejora la experiencia del usuario, pero también puede encerrar a las personas en burbujas informativas.

Se espera que aumenten las leyes sobre transparencia y uso de IA en medios, lo que podría fortalecer la confianza si se aplican correctamente.

En resumen, la tecnología puede ser una aliada poderosa para mejorar la credibilidad, siempre que se combine con ética, regulación y alfabetización mediática.

La Inteligencia Artificial ya está profundamente integrada en el periodismo actual, y su uso va mucho más allá de automatizar tareas simples. Medios como The Washington Post han usado sistemas como Heliograf para generar noticias deportivas o electorales a partir de datos estructurados.

La IA ayuda a procesar grandes volúmenes de información para descubrir patrones, tendencias o irregularidades, lo que potencia el periodismo de investigación. Algunos medios utilizan algoritmos para adaptar las noticias a los intereses de cada lector, mejorando la experiencia de usuario.

Herramientas de IA convierten texto en audio, generan resúmenes automáticos o transforman artículos en videos. Se están usando chatbots periodísticos para interactuar con la audiencia, responder preguntas frecuentes o guiar a los lectores a través de coberturas complejas.

Sin embargo, también hay preocupaciones. Algunos expertos advierten sobre una “captura de infraestructura”, donde los medios dependen cada vez más de plataformas tecnológicas externas, lo que podría comprometer su independencia editorial.