Actualmente, existe una batalla cultural y de concepción a enfrentar respecto al juego, puesto que este es un derecho humano y no una concesión. El juego sigue siendo el lenguaje natural de la niñez y la adolescencia, no importa el contexto, origen, nacionalidad o localidad. Y hay que entender que no se trata solo de entretenimiento, sino que jugar da lugar a investigar, imaginar, explorar y crear; cada sesión de juego se puede convertir en herramientas emocionales, físicas, sociales y cognitivas muy poderosas para aprender, crecer y enfrentar un entorno complejo.
“El aprendizaje es experiencia, todo lo demás es información” decía Albert Einstein, y en Save the Children no podríamos estar más de acuerdo; pues con más de 100 años de experiencia en el mundo, hemos comprobado que el juego puede tener muchos significados, pero uno de los más importantes es que se convierte en un instrumento fundamental en la educación, desarrollo y bienestar.
El artículo 31 de la Convención sobre los Derechos de la Niñez busca garantizar que las niñas y los niños puedan disfrutar de su infancia y desarrollarse plenamente, incluyendo el acceso al juego, la recreación y la cultura. Incluso, a nivel mundial se conmemora el 11 de junio como el Día Internacional del Juego, lo que enfatiza la importancia que tiene el derecho al juego, no tendría por qué explicarse o justificarse, pues los derechos humanos son indivisibles e innegociables. Es decir, el juego es tan importante como el acceso a la educación, la salud o la alimentación, estos derechos no están uno por encima del otro y no deberían tener jerarquía.
En ese sentido, el juego es importante para la vida en general de las personas -incluso adultas- porque es una expresión de libertad, y es apremiante el replanteamiento de las políticas públicas desde la mirada del juego para generar vínculos sociales y de convivencia más sanos y fuertes.
En México, donde el sistema educativo urge metodologías más centradas en sus estudiantes, el juego brinda una vía para empoderar a cada niña, niño y adolescente a promover el pensamiento creativo, puesto que el aprendizaje basado en el juego convierte al estudiante en protagonista: activa su curiosidad, fomenta su autorregulación y promueve iniciativas propias.
Además, la salud mental también se ve beneficiada por el juego, pues éste ayuda a reducir los niveles de estrés en niñas, niños, madres, padres y cuidadores; la diversión en familia libera endorfinas que favorecen la sensación de bienestar, propicia cambios en el entorno social, incluso podría prevenir la separación familiar pues tiene la capacidad de reducir los conflictos del día a día.
Desde Save the Children seguiremos trabajando para fomentar el juego de forma integral en los espacios educativos, en los hogares, las comunidades, y en todos los lugares en los que el juego pueda tener lugar. Mediante nuestro programa 1,2,3 ¡Por el Aprendizaje! impactamos directamente en agentes educativas, ofreciéndoles estrategias para construir experiencias de aprendizaje lúdicas desde un entorno donde se respeten los derechos de la niñez para promover la adopción del Aprendizaje a través del Juego y la Crianza con Ternura en su práctica.
El juego es una actividad que las niñas y niños se toman muy en serio; y hoy les invito a que las personas adultas comencemos a hacer lo mismo. El juego no es -ni debería de ser- un lujo, sino una necesidad educativa, física, emocional y social.