- El sitio oficial del T1 eliminó la etiqueta “Made in USA” y cambió las especificaciones técnicas del dispositivo.
- Habíamos adelantado que gran parte del smartphone sería producido en China, pese a la narrativa nacionalista de la marca.
- La estrategia detrás del T1 parece apuntar más a fidelizar a seguidores de Trump que a competir técnicamente con otras marcas.
La Organización Trump ajustó la presentación de su smartphone T1: retiró de las promociones la afirmación explícita de que el dispositivo estaba “Hecho en EE. UU.” (Made in USA).
En su lugar, ahora describe el T1 como un objeto con “diseño orgullosamente estadounidense” y que ha sido “creado aquí mismo en EE. UU.”, sin clarificar si ese mensaje se refiere al diseño, al ensamblaje o al desarrollo completo del producto.
Esto coincide con advertencias previas que hicimos desde Merca2.0 esta misma semana, donde hablamos de estas diferencias sobre la manufactura del T1 desde el principio.
En ese artículo, señalamos que “gran parte del Trump Mobile se fabricará en China”, y anticipamos las dificultades que implica llevar a cabo toda la cadena de producción en territorio estadounidense.
Teléfono de Trump: un cambio previsible
El sitio especializado The Verge y la CNBC fueron los primeros en detectar la modificación de la web de Trump Mobile, que reubicó el origen del producto menos centrado en Estados Unidos.
Pero los ajustes no se limitan al mensaje: también se suprimieron detalles técnicos. La pantalla AMOLED prevista de 6,8 pulgadas ahora figura con 6,25 pulgadas, y ya no se afirma que cuente con 12 GB de memoria RAM, un aspecto clave para posicionarse como un terminal de gama media-alta.
Consultada por los medios, la vocería de Trump Mobile afirmó que el T1 “se está fabricando con orgullo en América” y que cualquier especulación en contrario es “inexacta”.
Sin embargo, no se presentaron pruebas tangibles ni información sobre las ubicaciones específicas de producción o los proveedores involucrados.
Marketing político camuflado de propuesta tecnológica
El T1 no parece competir de verdad con Apple, Samsung o Google por su potencia o prestaciones técnicas. Más bien, es un emblema de la marca Trump: un gadget que encarna una identidad ideológica antes que una experiencia superior de usuario.
Su estética dorada y la narrativa en torno a la producción nacional lo convierten en una extensión del discurso pro-industria nacional de Donald Trump.
Este tipo de productos –con valor añadido por asociación a una figura emblemática– son cada vez más frecuentes en el mundo del marketing político y estratégico.
En ese sentido, el T1 sigue una línea similar a emprendimientos previos de la marca Trump: bebidas, comida, ropa o espacios educativos que operan más como vehículos de mensaje que como negocios sustentables.
La tensión entre imagen y realidad operativa
Trump ha defendido siempre y con insistencia el retorno de la manufactura a Estados Unidos, presionando incluso a Apple para que traslade su producción.
Pero fabricar un teléfono inteligente de alto nivel con componentes complejos como chips, pantallas y sensores en suelo estadounidense requiere una red de proveedores que, al día de hoy, sigue muy concentrada en Asia.
En este sentido, el nuevo lenguaje del sitio web (frases como “traído a la vida aquí en EE. UU.”) resulta deliberadamente impreciso. Podría aludir al ensamblaje final o, simplemente, a una intención narrativa de proximidad geográfica.
El caso del T1 ofrece una lección para profesionales y estudiantes de marketing: una marca fuerte puede generar atención y diferenciación, pero es vulnerable cuando sus promesas carecen de sustento operativo.
En un mercado hiperconectado y escéptico, la coherencia entre discurso y ejecución es tan vital como el storytelling.
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