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Las acciones de Tesla disminuyeron un 18% este miércoles, refieren los datos de investing.com
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GM reportó una pérdida directa de 1,100 millones de dólares en ganancias trimestrales debido a aranceles y costos asociados.
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La electrificación, antes vista como motor de crecimiento, se topa con obstáculos: competencia creciente, presión arancelaria, inventarios elevados, y consumidores más cautelosos.
Durante años, Tesla fue el símbolo de la disrupción automotriz, destacando como una empresa que desafió a los gigantes tradicionales con un modelo centrado en innovación, velocidad de producción y promesas tecnológicas. Pero ese impulso parece estar perdiendo potencia. La caída en sus ingresos durante el segundo trimestre de 2025, es considerada la más fuerte en al menos una década y no solo refleja un mal momento para la compañía de Elon Musk, sino también una señal de advertencia para toda la industria.
Tesla reportó ingresos por 22,500 millones de dólares, ligeramente por debajo de las proyecciones de Wall Street. La baja rentabilidad, con ganancias de 40 centavos por acción frente a los 42 estimados, provocó una caída de casi el 18% en sus acciones. Lo más alarmante, sin embargo, es que esta tendencia no parece ser una anomalía, es la tercera disminución interanual consecutiva en ventas.
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Pero Tesla no está sola en esta curva descendente. General Motors, a pesar de contar con una base sólida en vehículos a gasolina, ha comenzado a resentir de manera estructural el peso de los aranceles, el encarecimiento de garantías y el rezago de su línea eléctrica. Sus resultados trimestrales sufrieron una reducción de 1,100 millones de dólares, una cifra que podría crecer si el escenario comercial no mejora. La electrificación, que alguna vez fue vista como una solución definitiva, ahora revela inconsistencias cuando se enfrenta con cadenas de suministro frágiles, regulaciones cambiantes y un consumidor menos entusiasta.
Y es que, en México, Nissan que durante décadas consolidó su producción local con plantas como la histórica CIVAC en Morelos se enfrenta a una decisión crítica. Aunque aún no hay una confirmación oficial, un reporte de Automotive News apunta al cierre de esta instalación en 2027 debido a su infraestructura obsoleta y al encarecimiento de los procesos industriales. Si se concreta, marcaría el fin de una era no solo para Nissan, sino para la industria automotriz mexicana que creció bajo el modelo de exportación masiva y mano de obra competitiva.
¿Qué está ocurriendo realmente?
El mercado automotriz global se encuentra en un punto de inflexión en el que la electrificación ya no garantiza crecimiento sostenido. El exceso de inventario, la competencia china, los ajustes fiscales y las tensiones comerciales han reducido los márgenes. A esto se suma una transformación en el comportamiento del consumidor, menos dispuestos a pagar precios premium por autos eléctricos que aún enfrentan desafíos logísticos como tiempos de carga o infraestructura limitada.
En este contexto, el modelo industrial que dio forma al auge de Tesla y otras marcas se muestra agotado. La próxima gran revolución automotriz no vendrá solo del tipo de motor, sino de cómo las empresas logren reconfigurar su estructura financiera, adaptarse a nuevas cadenas de suministro y responder con mayor agilidad a un entorno económico cada vez más volátil.
Y es que, México se ha consolidado como un engranaje clave en la maquinaria de la economía industrial global. Su peso como la segunda mayor economía de América Latina se refleja en la solidez de su sector manufacturero, que aporta más del 18% al PIB nacional y posiciona al país como un proveedor estratégico para industrias que van desde la alimentación hasta la tecnología avanzada. Dentro de este ecosistema, la industria automotriz destaca no solo por su volumen, sino por su papel estructural.
De acuerdo con datos de Statista, México lidera la producción de vehículos en América Latina y se sitúa entre los siete principales fabricantes del mundo. Esta posición no solo responde a su capacidad de ensamblaje, sino a una red de exportación altamente integrada con los mercados de Norteamérica, Europa y Asia, que ha convertido al país en un nodo esencial para las cadenas de suministro globales. Sin embargo, esa misma interdependencia lo vuelve vulnerable a los vaivenes comerciales y a las transformaciones tecnológicas que hoy están redefiniendo el rumbo del sector automotor.
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