
¿Qué identidad irradia nuestra marca? Tal vez, sea el único bastión entre la idea sobre dos mundos preconcebidos: la realidad (el mercado) y la sensación de verdad imbatible en nuestro proyecto.
El valor de una marca, tal vez, solo se entiende por completo por quienes heredan el ADN, y quizás por esta razón la marca se traduce como un linaje.
La “etnificación” podría ser el único talante que nos distinga, se puede nacer en cualquier lugar y adoptar una distinta religión, una dieta, imitar usos y costumbres de uno o varios lugares y acumular tanto como sea posible conocer.
La marca del Quijote ha perdurado por sus dichos, por la emprenda imposible, e incluso por lo permisivo del narrador y lograr de la locura un estilo de ser y pensar.
El Tour de cine francés en los últimos años se ha convertido en una de las mejores esperas para la familia de cinéfilos en este país.
En algunas ocasiones, al momento de valuar una marca, nos vamos tropezando con otras que, en efecto, reflejan fielmente el carácter del dueño de la organización.
¿Para qué intentar descubrir el hilo negro?, la receta secreta a veces es solo repetir, insistir y ser consistente con una idea.
Por supuesto, al momento de emprender, la línea que se va configurando dista mucho de ser una recta, incluso se van dibujando algunas vueltas en “U”.
Precisamente, en los grupos de chat, tenemos un buen ejemplo de creación de marca, ¿quién se atreve a cambiar el nombre del grupo?
Si entendemos a nuestra “marca” como uno de los principales intangibles de la organización, acaso esta debería o no, expresar un poco de cada una de las partes de la empresa.
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