Actualmente la imagen pública se expone y evalúa en tiempo real, la reputación se ha convertido en uno de los activos más valiosos y frágiles tanto para empresas como para individuos. El caso reciente de Sean “Diddy” Combs lo ilustra a la perfección, donde tras décadas de construcción de una marca personal multimillonaria pueden desmoronarse en cuestión de días cuando surgen escándalos y controversias.
Y es que este miércoles 2 de julio, un jurado federal en Estados Unidos encontró culpable al rapero y magnate por un delito relacionado con prostitución, aunque fue absuelto de cargos más graves como tráfico sexual y crimen organizado. Aun así, las consecuencias reputacionales ya están cobrando factura, contratos cancelados, alianzas interrumpidas y negocios cerrados, mientras los reflectores de la cultura de la cancelación apuntan a la figura de un empresario que, durante tres décadas, fue referente de éxito, estilo de vida aspiracional y liderazgo afroamericano en la industria del entretenimiento.
Datos de Deloitte confirman la relevancia de este intangible, el 63 por ciento de los consumidores prefieren pagar más por productos y servicios de marcas con buena reputación. Y no es solo percepción: el Reputation Institute estima que hasta el 40 por ciento del valor de una compañía que cotiza en bolsa puede depender directamente de cómo la perciben sus audiencias.
Sean “Diddy” Combs pierda su reputación de marca
Para Combs, cuya fortuna rondaba los mil millones de dólares, esta crisis golpeó de lleno un imperio diversificado que incluía sellos discográficos, marcas de moda y bebidas premium como Ciroc y DeLeón.
Sin embargo, el derrumbe venía gestándose antes del veredicto. El rapero ya había abandonado Revolt TV, su cadena fundada en 2013 enfocada en cultura hip hop y justicia social; su marca de moda Sean John se extinguió de los estantes de Macy’s; y alianzas con gigantes como Hulu y Peloton se cancelaron tras la difusión de un video donde agredía a su entonces pareja, la cantante Cassie. La Universidad de Howard revocó su título honorífico y la ciudad de Nueva York le quitó su llave ceremonial.
De acuerdo con Edelman, el 63 por ciento de los consumidores evita deliberadamente comprar productos asociados a figuras con reputación negativa, mientras que un estudio de PwC advierte que el 85 por ciento considera la ética de los líderes clave para su lealtad hacia una marca.
Y es que una marca personal es un contrato de confianza. Cuando se rompe, reconstruirla cuesta años, millones y, a veces, ni siquiera es posible.
El caso Diddy expone la vulnerabilidad de los activos intangibles en la era digital, donde redes sociales, cámaras de vigilancia y la inmediatez de la información amplifican errores y escándalos. Hoy, más que nunca, la reputación no se compra, se construye, se alimenta de coherencia entre discurso y comportamiento, y se defiende con acciones transparentes.
Para celebridades, influencers y CEOs, la lección es clara, la reputación ya no se limita a un comunicado bien escrito, sino a la consistencia de la narrativa personal y corporativa. Cuando esta coherencia falla, ni la fama ni las alianzas multimillonarias bastan para contener la caída.
El imperio de Diddy aún cuenta con su catálogo musical, pero su marca personal que durante años fue su activo más rentable, hoy enfrenta un proceso de demolición pública que confirma que, en la economía de la atención, la reputación es un capital sin póliza de seguro.
Otros casos en la industria
Un ejemplo claro es el de Harvey Weinstein, donde el productor de cine y fundador de Miramax y The Weinstein Company fue denunciado por decenas de mujeres por acoso y abuso sexual, dando origen al movimiento #MeToo. Y que tuvo un impacto, hasta llegar a que su nombre fuera eliminado de créditos, premios y asociaciones. La Academia de Hollywood lo expulsó y su empresa se declaró en bancarrota.
Otro caso es el de Kanye West, luego de que sus comentarios antisemitas y comportamiento errático derivaron en la ruptura de contratos con Adidas, Balenciaga, Gap y otras marcas. Según Forbes, perdió el estatus de multimillonario cuando Adidas finalizó su acuerdo Yeezy, que representaba la mayor parte de su fortuna.
Con eso vemos como la lección es clara, la reputación de marca ya no es un lujo, es una inversión estratégica. En la era digital, cuidar cada interacción, ser transparente y responder con rapidez se ha convertido en la fórmula para sostenerse y crecer en un entorno donde la confianza es más frágil que nunca.
Ahora lee:
What charges was Diddy found guilty of and how long will he be in jail?
¿Cuáles son las marcas con mejor imagen y reputación en 2025? Aquí te lo contamos
¿La Casa de Toño se despide de la CDMX? Esto revela su nueva estrategia en esta ciudad de México