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En 2023 la OMPI registró más de 6,000 disputas de marcas y dominios, un aumento de 7 % respecto a 2022.
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Las celebridades defienden sus nombres porque son activos millonarios, asociados a contratos de publicidad, productos licenciados y derechos de imagen.
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El crecimiento de las disputas refleja la tensión entre creatividad empresarial y protección de la identidad personal, en un entorno donde la economía de la atención convierte los nombres en capital.

Cuando se habla de disputas por derechos de imagen y propiedad intelectual, solemos pensar en grandes corporaciones de Hollywood o en compañías multinacionales que buscan proteger franquicias millonarias. Sin embargo, este tipo de conflictos también pueden aparecer en escenarios mucho más locales, como el de un pisco chileno que se volvió noticia al enfrentarse al actor más internacional que ha dado el país en los últimos años: Pedro Pascal.
La historia va más allá de un simple choque de nombres. Pone sobre la mesa preguntas sobre hasta dónde puede llegar la inspiración creativa de un emprendedor y en qué momento se cruza la línea de la explotación indebida de la identidad de una celebridad.
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Cabe destacar que el pisco no es cualquier bebida en Chile pues es un símbolo cultural con denominación de origen que forma parte del orgullo nacional y de la competencia histórica con Perú. En este contexto, no sorprende que un comerciante buscara un nombre llamativo y memorable para su marca.
Esta batalla se remonta a finales de 2022, donde la marca registró “Pedro Piscal” ante el Instituto Nacional de Propiedad Intelectual (INAPI), y tras recibir la aprobación, comenzó a comercializarlo en alianza con una pisquera ubicada en Chile, país de nacimiento del actor.
El lanzamiento se hizo bajo un tono aspiracional, con el eslogan “Descubre la excelencia en cada sorbo”, intentando posicionar el producto como un pisco exclusivo y de calidad. Hasta ahí, parecía una jugada de mercadotecnia ingeniosa y legítima.
Igual bien cuma la polémica del “pisco” Pedro Piscal. Sin el nombre nadie sabría que su producto existe… Es lo mismo que la señora de la “Miel Gibson” @AldoRomuloS pic.twitter.com/7QTBNmuCWP
— Alejo (@IngenebrioCivil) May 30, 2024
Pero el eco fonético con Pedro Pascal resultaba inevitable. A día de hoy, el actor de The Mandalorian, Narcos y The Last of Us es, después de todo, una de las figuras chilenas más visibles en el mundo. Para su equipo legal, esa similitud no era una coincidencia común, sino un riesgo real: podía confundir al consumidor y, más delicado aún, comprometer la reputación y los contratos de Pascal, en particular con marcas de bebidas alcohólicas.
El argumento de su defensa, liderada por el abogado Juan Pablo Silva, se sostiene en que la marca “es cuasi idéntica en términos gráficos y fonéticos y contraviene el principio de buena fe”. En otras palabras: aunque la intención no haya sido usar directamente su imagen, el solo parecido abre la puerta a que se interprete como un intento de colgarse de su fama.
Un juicio que podría sentar precedentes
La controversia apenas empieza y podría prolongarse hasta un par de años en tribunales chilenos. Aunque aún es temprano para anticipar un desenlace, el caso se ha convertido en un ejemplo más de la tensión entre creatividad empresarial y protección de identidad.
Como contexto, es importante resaltar que la defensa legal no es para nada improvisada: está representada por un estudio con experiencia en pleitos similares, como el de StarWash, un negocio de lavado de autos que enfrentó a Lucasfilm por su cercanía con Star Wars y ganó.
Si bien cada caso tiene particularidades, lo cierto es que la resolución de este conflicto podría marcar un precedente en la región. ¿Hasta qué punto se puede registrar una marca que, sin ser idéntica, evoca a una personalidad pública? ¿Dónde está el límite entre la inspiración y el aprovechamiento de un nombre famoso?
Para Pascal, nacido en Santiago y convertido en estrella global, el asunto no es menor. La protección de su marca personal tiene un valor comercial incalculable, especialmente en un mercado donde su nombre ya está asociado a campañas publicitarias internacionales.
Al final, más allá de quién gane en tribunales, el caso revela una paradoja interesante: el choque entre un producto profundamente arraigado en la identidad chilena, como el pisco, y una figura que, aun en su distancia hollywoodense, sigue representando un pedazo de la misma identidad. Una batalla que se libra en los tribunales, pero también en el terreno simbólico de lo que significa ser “Pedro” en Chile.
Y es que, en el derecho de marcas y propiedad intelectual, los nombres personales se han convertido en uno de los terrenos más disputados. La razón es clara: son fáciles de recordar, generan conexión inmediata con el consumidor y, cuando pertenecen a una figura pública, concentran un enorme valor económico. Según la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), en 2023 se registraron más de 6,000 disputas relacionadas con nombres de dominio y marcas, un aumento de 7 por ciento frente al año anterior y de casi 70 por ciento respecto a los niveles previos a la pandemia. Esto muestra cómo la identidad, ya no solo el producto, se ha transformado en capital en disputa. Las leyes de distintos países han establecido límites claros para evitar que cualquier persona se aproveche de la reputación ajena.
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