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De acuerdo con Statista, Google Sites generó aproximadamente 206,000 millones de dólares en ingresos por publicidad, representando más del 65% del total de ingresos de Alphabet.
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En enero de 2024, Google mantenía cerca del 92% de cuota de mercado, refieren los datos de StatCounter.
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La publicidad sigue siendo la principal fuente de ingresos de Google.

Mientras la inteligencia artificial (IA) redefine las reglas del juego digital, OpenAI se prepara para lanzar un navegador web que no solo busca competir con Google Chrome, sino transformar por completo la experiencia digital. Este nuevo navegador, que podría ver la luz en las próximas semanas, forma parte de una ambiciosa estrategia para integrar la IA de manera directa en la vida cotidiana de los usuarios.
Más que un simple competidor, el navegador de OpenAI se perfila como una plataforma capaz de ejecutar tareas de forma autónoma a la hora de querer realizar reservas hasta completar formularios sin necesidad de intervención activa del usuario. Para lograrlo, se apoyará en una interfaz conversacional similar a ChatGPT, que promete reducir el número de clics y simplificar al máximo la experiencia de navegación.
Según Reuters, de adoptarse masivamente entre los más de 500 millones de usuarios activos semanales de ChatGPT, el impacto sería profundo e inmediato, no solo en términos de uso, sino también sobre los modelos de negocio actuales. Google, cuya plataforma Chrome representa una piedra angular de su ecosistema publicitario, podría ver amenazada una parte significativa de sus ingresos. Al mantener al usuario dentro de su propia interfaz, OpenAI limitaría el tráfico hacia el motor de búsqueda de Google y, con ello, la recolección de datos valiosos para su negocio de anuncios.
En ese contexto, la apuesta es clara: quien logre ofrecer una experiencia más fluida, personalizada y útil ganará no solo atención, sino también la lealtad. Aunque, es un hecho que Google, por su parte, no planea ceder terreno. Todo indica que acelerará el desarrollo de nuevas funciones de IA dentro de sus propios productos, desatando una competencia directa que transformará el rol del navegador como punto de acceso principal a la red.
Más allá de una guerra de herramientas, lo que está en juego es la próxima interfaz dominante del mundo digital. Una donde la conversación y la automatización podrían reemplazar al buscador tradicional. Y en esa carrera, tanto OpenAI como Google tienen mucho que ganar y mucho que perder.
El modelo publicitario en jaque
Hemos visto que durante años, Google ha sido sinónimo de hegemonía digital, sustentando su negocio en un modelo publicitario que ha demostrado ser extraordinariamente rentable. De acuerdo con los datos de Statista, tan sólo en 2023, sus propios sitios generaron más de 200 mil millones de dólares en ingresos por anuncios, representando más del 65% del total de su facturación. Sin embargo, algunas señales empiezan a marcar un cambio de ritmo en este crecimiento sostenido.
Uno de los puntos más reveladores es el retroceso de su red publicitaria externa (Google Network), que registró una caída del 4.5% respecto al año anterior. Aunque aún lidera ampliamente el mercado de los motores de búsqueda con una cuota cercana al 92% en computadoras de escritorio a inicios de 2024, esta cifra representa su nivel más bajo en una década.
Estos indicios no son meramente estadísticos: reflejan una tensión creciente en el modelo que ha sostenido el éxito de Alphabet. Parte de esta presión proviene de la transformación acelerada que la inteligencia artificial está imprimiendo al entorno digital. Los chatbots como ChatGPT no solo ofrecen respuestas más inmediatas y personalizadas, sino que modifican el hábito mismo de buscar, consultar y navegar.
Y aunque Google sigue encabezando los rankings globales de motores de búsqueda con rivales como Bing apenas arañando entre el 2.6% y el 3.7% del mercado, la llegada de navegadores impulsados por IA podría alterar de forma significativa esa distribución. No se trata únicamente de cuánta gente busca, sino de cómo lo hace y, sobre todo, dónde permanece el usuario. En este nuevo escenario, la retención dentro de una interfaz conversacional se perfila como la nueva métrica de poder.
Así, lo que antes parecía un liderazgo indiscutible empieza a mostrar fisuras. La batalla ya no es solo técnico, sino estratégico: adaptarse a un entorno donde la IA no es un complemento, sino el eje central de la experiencia digital.
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