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“Nadie lee nada”: periodista argentina denunció que no cobraba y el medio publicó su texto sin leerlo

Una periodista argentina denunció en su última columna que no cobraba desde hacía seis meses. Nadie leyó su texto antes de publicarlo: salió en la web y en papel.

periodista argentina columna

  • La argentina Leticia Martín denunció en su columna final que el diario Perfil le debía seis meses de honorarios.
  • El texto pasó sin edición previa: apareció tanto en el sitio como en la edición impresa.
  • La situación revela la precariedad que existe en los medios argentinos.

 

La escritora y periodista Leticia Martín se despidió de una forma poco habitual del diario Perfil, de Argentina: utilizó su columna semanal, titulada “Nadie lee nada”, para denunciar que llevaba meses escribiendo sin cobrar.

El texto, donde detalló que le debían seis meses de honorarios congelados en 50.000 pesos mensuales (algo menos de 50 dólares), fue publicado sin ser revisado por ningún editor, tanto en la versión online como en la edición impresa.

El hecho puso en evidencia este sábado 17 de mayo no sólo la precariedad laboral que enfrentan muchos periodistas en Argentina, sino también una alarmante desatención editorial.

Martín escribió: “Cincuenta mil pesos de honorarios por mes con seis meses de demora. Cincuenta mil”, y cuestionó si esta situación podría estar ligada a una forma de discriminación por género.

Según datos del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA), en su última encuesta de 2023, el 71% de los trabajadores de prensa estaban precarizados. Además, el 40% de los colaboradores independientes sufrían demoras en los pagos superiores a los 60 días.

La columna de Martín generó un fuerte impacto en las redes sociales. Numerosos colegas y lectores expresaron solidaridad y señalaron que lo sucedido no era un caso aislado.

“Muchos seguimos escribiendo porque creemos en el oficio, pero no alcanza con la vocación cuando el trabajo no se remunera”, comentó otro periodista en X.

Automatización editorial llevada al extremo en Argentina

El uso del propio espacio editorial para denunciar esta situación, sin que nadie en la redacción lo advirtiera antes de su publicación, muestra un nivel de automatización editorial que preocupa.

El episodio reabre el debate sobre la responsabilidad de los medios como empleadores.

Mientras las audiencias demandan información rigurosa, los periodistas trabajan en condiciones adversas, sin garantías laborales ni respaldo institucional.

En un contexto económico muy complicado, el periodismo enfrenta una tensión entre la sustentabilidad y la dignidad laboral.

El caso Martín, además de ser un testimonio personal, se convierte en una señal de alerta sobre una crisis estructural que también afecta a otros países de la región.

Según un estudio de la Fundación Gabo de 2022, el 63% de los periodistas freelance en América Latina tuvo dificultades para cobrar por su trabajo.

Horas después de publicada y tras la viralización de su contenido, el medio decidió dar de baja la columna del sitio web.

Sin embargo, al cabo de un tiempo, la volvió a subir.

Periodista argentina y una denuncia inédita

Algunos especulan que esta decisión puede haber estado motivada por la alta cantidad de clics que estaba generando el artículo y la atención mediática que despertó.

En un post de las últimas horas, la periodista dijo que no esperaba que su columna en el diario Perfil fuera publicada, lo que explica su título (“Nadie lee nada”).

Agradeció a una “cofradía de colegas” que, según ella, apoyaron la difusión de la nota, y expresó su deseo de no haber perjudicado a otros trabajadores que pudieran enfrentar consecuencias por su reclamo.

El medio no hizo declaraciones.

El texto completo de la columna

“Nadie lee nada”

Leticia Martín / 17 de mayo / Perfil / Argentina

“Se viralizó. ¡Conseguiste tu objetivo!”. Vivimos en una sociedad de logros medidos a partir de un término médico. Lo que identifica al éxito es la capacidad de contagio: que algo se difunda con gran rapidez en las redes.

Estaba a punto de escribir sobre esa desafortunada coincidencia entre el verbo adosado al éxito actual con el verbo que usamos para dar cuenta de una enfermedad cuando, de pronto, me asaltó una idea material y primigenia. ¿Por qué hago esto? ¿Se hará viral escribirlo?

Ya hace más de un año que escribo esta columna semanal para PERFIL; un trabajo que implica compromiso, un deadline, tener palabra y encontrar una forma. Que también creí implicaba cierta trayectoria. Pero hace seis meses que no recibo el pago por mis servicios. Ni el pago ni un aumento, como si los servicios o el costo de vida no hubieran aumentado.

Valoro el espacio, el que me hayan abierto las puertas en un lugar prestigioso, la voz de alguien formado como el propietario de este grupo editorial, un profesional al que escucho como si no fuera el último responsable de la discriminación de la que soy parte. ¿O quizá no es por ser mujer que no me pagan? Ni idea. De eso no sé aunque me duele y con eso me peleé. A eso me respondo: “No te hagas la víctima, Leticia, y ponete a escribir”. Sin embargo, cada jueves recuerdo a Fogwill levantando el teléfono para exigir su honorario antes de enviar la columna semanal para al fin cobrar.

No soy Fogwill y tal vez no exista –como se empeñó en señalarme sin que le tiemble la voz Gustavo Wald, el funcionario que el albertismo bancó hasta el último segundo–. Lo asumo, entonces. Si quieren, no soy, no sé, no existo. Pero acá estoy, y si escribo columnas que tal vez no me paguen, las escribo como si a alguien le importara leerlas, como si fueran un trabajo y recibiera a tiempo la remuneración por ser eficiente y responder, como si no me hicieran sentir que les da igual, que cualquiera estaría dispuesto a reemplazarme mañana mismo.

Pero hoy estoy demasiado triste y no tengo ganas de ir a votar mañana, ni ganas de conservar este trabajo, y quiero contar que hace siete meses que hago esta estupidez y que mañana por fin no voy a poner el despertador a las seis am para escribir los 2500 caracteres sin espacios de esta columna que ya escribí y que sigo honrando solo porque otros que me precedieron la han escrito, solo porque de esos otros algo he aprendido, y no me quiero rendir.

Cincuenta mil pesos de honorarios por mes con seis meses de demora. Cincuenta mil.

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