Siempre es triste ver morir algo o alguien. Sin embargo, esta muerte era bastante previsible y ya se veía venir desde el año pasado. No fue tan sorpresiva, debido a que el lobo nunca logró consolidarse plenamente en la máxima división futbolística nacional.
Después de un primer año muy flojo y con una gran cantidad de sobresaltos, en el que deportivamente descendió, mantuvo la categoría al hacer uso de esa estúpida cláusula que permite redimir todos los pecados futbolísticos, gracias al pago de 120 millones de pesos y que fomenta la mediocridad balompédica.
Y si futbolísticamente su primera incursión en la Liga Bancomer Mx fue muy complicada, en el plano mercadológico no le fue mucho mejor. El arranque fue turbulento, durante varios partidos el equipo jugó como local en el estadio Universitario en Puebla, y no hubo transmisión de televisión privando a la institución de tales ingresos.
Incluso para hacerse de recursos, el club organizó una colectaentre sus aficionados denominada Loboteando que tenía como objetivo paliar sus más apremiantes necesidades económicas.
Sobre la cancha, Lobos BUAP desplegó un futbol innovador gracias al sello que le imprimió Rafael Puente del Río, un joven técnico que ascendió a la escuadra contra todo pronóstico y que le vino a dar a la máxima división de nuestro futbol, una frescura que hacía tiempo no tenía. Y si bien, esta primera impresión no le alcanzó para clasificarse a la liguilla, si le permitió ser la sorpresa del Apertura 2017.
Para el segundo semestre, se terminó el sueño y Puente abandonó la dirección técnica, en medio de críticas sobre el funcionamiento futbolístico de la escuadra, que ya para entonces había perdido toda su magia y empezaba a coquetear con los últimos puestos. De hecho, el Clausura 2018 fue tan malo que Lobos BUAP sólo cosechó 9 puntos y esto lo llevó a “descender” en el papel, no obstante, deportivamente eso nunca llegó a ocurrir.
EL INICIO DEL FIN
Gracias a las pequeñas sutilezas económicas de nuestro futbol y con la complicidad de Cafetaleros de Tapachula, quien no contaba con la certificación para militar en la máxima división, Lobos BUAP se mantuvo en forma inmeritoria en la categoría y afrontó su segunda temporada sobreponiéndose a las vicisitudes que todo primerizo debe encarar, comprendiendo de una mejor manera la competición y logrando un mejor registro que en su año de estreno.
Fuera de un semestre en el que el equipo no logró conseguir un patrocinador principal para la camiseta, el transcurrir del Apertura 2018 fue bueno para los poblanos, pese a que no logró tampoco avanzar a la postemporada.
En la que sería su temporada de despedida, el Apertura 2019, Lobos BUAP mejoró y con 20 puntos ocupó la décima segunda posición de la clasificación. Esto, no le dio acceso a la liguilla pero sí la tranquilidad de saber que no corría peligro deportivo el proyecto que tanto trabajo había costado consolidar.
Y fue ese sosiego el que marcó el fin de Lobos BUAP en la Liga Bancomer Mx. Los 39 puntos conseguidos, a lo largo de los dos torneos, lo ubicaron en una posición envidiable para vender el equipo.
Ya para entonces había fuertes rumores que la escuadra tenía problemas económicos y que para encarar el siguiente torneo, el club sólo contaba con cuatro jugadores propios. Todo ello se agudizó cuando el técnico Francisco Palencia decidió irse del equipo y abandonar el proyecto. La venta era inevitable.
La noticia del traspaso de Puebla a Ciudad Juárez era algo totalmente anunciado y finalmente se consumó, confirmando la muerte del lobo.
Más allá de lo cuestionable que resulte el ingreso de los Bravos de Juárez a la máxima categoría de nuestro balompié, lo verdaderamente lamentable es la desaparición de un equipo que, aunque con muchas dificultades, había realizado esfuerzos por posicionarse en una ciudad muy importante como lo es Puebla, captando parte de la afición local y algunos patrocinadores que creyeron en dicho proyecto.
Ojalá que algún día, la Liga Mx y sus integrantes valoren los sacrificios que la afición hace por seguir sus colores y no se deshagan de ellos, cuando les enseñen un fajo de billetes.