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El mercado global de lujo alcanzó cerca de 330 mil millones de dólares en 2023, con un crecimiento anual de 5 a 7% refieren los datos de Bain & Company.
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Millennials y generación Z priorizan las compras conscientes sobre estatus y exhibición ostentosa, según McKinsey & Company.
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El mercado de lujo se ha desacelerado debido a la volatilidad económica, inflación y el repentino cambio en el consumidor.
El mercado del lujo, tradicionalmente asociado a la exclusividad y a la aspiración social, está experimentando un cambio evidente e inesperado en el mercado, lo cual está impactando directamente en las ventas y estrategias de algunas de sus casas más emblemáticas.
Firmas europeas como Louis Vuitton, Chanel, Gucci y Burberry, reconocidas mundialmente por su prestigio y calidad, enfrentan un entorno marcado por la caída del número de clientes aspiracionales, un segmento clave que históricamente impulsó su crecimiento.
Este consumidor aspiracional representa una base fundamental para el sector, pues ve en el lujo una meta alcanzable que simboliza estatus y logro personal. Sin embargo, en los últimos meses, este grupo ha comenzado a mostrar un desinterés progresivo y creciente hacia las compras de lujo. El desgaste no solo responde a factores externos como los aranceles o el auge de las copias chinas, sino también a una percepción cambiante sobre el valor y la relación costo-beneficio de los productos de lujo. Cada vez más consumidores consideran que no vale la pena destinar grandes sumas a artículos que, aunque aspiracionales, no justifican su precio ante otras prioridades económicas o cambios en sus valores personales, en cambio una tendencia que sigue al alza por irónico que parezca, son las compras de segunda mano, con la finalidad de ahorrar y cuidar al medio ambiente.
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Este escenario se refleja claramente en los resultados financieros de los grandes conglomerados del sector. Louis Vuitton cerró 2024 con una caída del 1.7% en su facturación, mientras que Kering, matriz de Gucci y Balenciaga, atraviesa un momento complicado desde la pandemia.
Por ejemplo, en el caso de Gucci que es una de sus joyas más importantes, reportó una caída del 25% en ventas solo durante el primer trimestre de 2025. No obstante, Chanel también experimentó una contracción en sus ingresos, y Burberry, que no alcanzó las expectativas de ventas, decidió suspender la distribución de beneficios a sus accionistas y vio caer sus acciones más de un 15%. Esta situación llevó a la marca británica a reestructurar su equipo directivo y a implementar cambios estratégicos para revertir la tendencia.
Según un artículo reciente del Financial Times, mientras que las ventas globales de lujo bajaron, el incremento en compras de consumidores chinos en Japón, debido a la depreciación del yen, y el mayor gasto de turistas estadounidenses en Europa, gracias a la fortaleza del dólar, ayudaron a equilibrar resultados. Sin embargo, en 2025 este contexto favorable se está invirtiendo, ya que tanto el yen como el dólar han mostrado un comportamiento incierto y cambiante.
Más allá de las cifras y la economía, la crisis del lujo revela un cambio cultural y de comportamiento. El consumidor aspiracional, pieza clave para la expansión de estas marcas, se está retirando del mercado porque ya no percibe que la compra de artículos exclusivos justifique el esfuerzo económico requerido.
Es así que, el mercado del lujo enfrenta un panorama en la que debe adaptarse a un consumidor más crítico, exigente y con nuevas prioridades. La estrategia de basarse en la aspiración tradicional y la simple exhibición de estatus ya no es suficiente.
El panorama del mercado de lujo
El mercado global de productos de lujo ha sido históricamente un sector robusto y en constante crecimiento, impulsado por consumidores de alto poder adquisitivo y un segmento creciente de compradores aspiracionales, que buscan símbolos de estatus y exclusividad. Según datos de Bain & Company, en 2023 la industria mundial del lujo alcanzó un valor cercano a los 330 mil millones de dólares, con un crecimiento anual promedio que oscilaba entre el 5 y 7% en la última década.
Este auge estuvo alimentado por la expansión de la clase media alta en economías emergentes como China, India y América Latina, donde los consumidores aspiracionales vieron en el lujo una forma de expresión social y personal. Sin embargo, en los últimos años, este crecimiento se ha ralentizado debido a varios factores convergentes. Por un lado, la volatilidad económica global, con inflación alta, fluctuaciones en las divisas y condiciones cambiantes en los mercados internacionales, ha reducido la capacidad y disposición de compra en algunos segmentos.
Además, las nuevas generaciones de consumidores, como los millennials y la generación Z, han modificado sus prioridades de consumo. Como mencionamos, estos grupos valoran cada vez más la sostenibilidad, por encima del simple estatus o la exhibición ostentosa. Estudios recientes de McKinsey & Company indican que más del 60% de los consumidores jóvenes prefieren marcas que demuestren responsabilidad social y ambiental, por lo que esta generación ha puesto más atención a la hora de realizar compras.
Asimismo, el auge del comercio electrónico y la digitalización del mercado han transformado las vías tradicionales de compra, aumentando la competencia y la necesidad de experiencias de cliente más personalizadas y auténticas.
Por último, la proliferación de productos falsificados y el crecimiento de alternativas más accesibles han fragmentado el mercado, reduciendo la exclusividad que por décadas definió a estas marcas. Organismos como la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) estiman que el comercio global de productos falsificados supera los 500 mil millones de dólares anuales, afectando la percepción y demanda del lujo auténtico.
En suma, el mercado de lujo se encuentra en una etapa de ajuste y transformación, donde la combinación de cambios económicos, sociales y tecnológicos redefine quiénes son sus consumidores y qué esperan de las marcas.