El choque entre los gigantes mediáticos y tecnológicos alcanzó un nuevo nivel. Penske Media Corporation (PMC), propietaria de cabeceras icónicas como Rolling Stone, Variety, Deadline y The Hollywood Reporter, interpuso una demanda federal contra Google en Washington D.C., acusándola de apropiarse ilegalmente de sus contenidos para alimentar la función “AI Overviews”, la herramienta de resúmenes de inteligencia artificial que aparece en la parte superior de los resultados de búsqueda.
La acusación es directa es que Google habría causado “millones de dólares en daños” y obtenido “ganancias ilegales” al entrenar sus modelos de IA con artículos de medios sin permiso, mientras degrada la visibilidad de los enlaces originales.
El corazón del conflicto
Según la denuncia, aproximadamente uno de cada cinco resultados de búsqueda ya muestra un resumen generado por IA antes del enlace al trabajo original. Esto significa que, en lugar de visitar la página del medio, los usuarios consumen la información sin salir del buscador.
El impacto económico es evidente: menos clics implican menos impresiones publicitarias y menores ingresos por licencias de contenido. “Google está vaciando el ecosistema de información y reemplazándolo con respuestas sintéticas y poco confiables”, acusa Penske en la demanda.
La compañía asegura que este modelo erosiona el periodismo digital al desincentivar la lectura en los sitios oficiales y consolidar un “jardín amurallado” de Google, donde los usuarios permanecen dentro de su ecosistema y la diversidad informativa se reduce a una versión sintetizada y, muchas veces, inexacta.
Derechos de autor en tiempos de IA
Más allá de la pérdida de tráfico, la batalla abre un debate crucial: ¿qué pasa con los derechos de autor cuando la inteligencia artificial reproduce y reescribe información?
La legislación actual en Estados Unidos y otros países protege las obras originales, pero no está del todo clara respecto a la reutilización de textos para entrenar modelos de IA. Para los medios, que invierten en periodistas, reportajes y redacciones enteras, que una plataforma use su trabajo sin licencia es comparable a un plagio masivo.
Expertos en propiedad intelectual advierten que, si los tribunales no establecen límites claros, la IA podría normalizar la explotación de contenidos protegidos sin compensación alguna, debilitando el incentivo económico que sostiene al periodismo.
Algunos casos ya muestran caminos distintos: mientras OpenAI ha llegado a acuerdos de licencia con News Corp, Financial Times y The Atlantic, Google enfrenta una ola de demandas de compañías como Chegg y ahora PMC. La diferencia radica en quién paga por usar el contenido y quién se lo apropia unilateralmente.
Asimismo, la tecnológica rechaza las acusaciones y sostiene que los resúmenes de IA benefician a los medios al aumentar la utilidad de la búsqueda.
“Con AI Overviews, las personas encuentran la búsqueda más útil y la usan más, lo que crea nuevas oportunidades para descubrir contenido. Nos defenderemos de estas afirmaciones infundadas”, declaró el portavoz José Castañeda.
Sin embargo, los críticos señalan que la realidad contradice esa narrativa. PMC asegura haber visto descensos significativos en impresiones y tráfico de referencia desde la expansión de AI Overviews.
“Alucinaciones” y pérdida de confianza
A este dilema económico y legal se suma un problema de confianza: los resúmenes de IA han mostrado errores graves, conocidos como “alucinaciones”. Un caso reciente lo ejemplifica: la herramienta de Google afirmó falsamente que el rapero Eminem actuó en el funeral de la madre de Jeff Bezos.
Para los medios, estos fallos no solo restan credibilidad a Google, sino que contaminan la percepción pública de la información periodística, pues los usuarios pueden atribuir esas imprecisiones a las marcas originales, aunque nunca las hayan publicado.
La batalla de Penske contra Google es más que un pleito empresarial: es un pulso por el futuro de la información en la era de la inteligencia artificial.
Si los tribunales fallan a favor de Google, se corre el riesgo de sentar un precedente en el que los contenidos periodísticos se conviertan en materia prima gratuita para las tecnológicas, diluyendo la noción de derechos de autor en el entorno digital. Si, en cambio, se favorece a los editores, se abriría el camino hacia un modelo en el que las plataformas deban pagar licencias justas por el uso de materiales protegidos.
El desenlace podría definir si el periodismo digital mantiene su base económica o si queda atrapado en un ecosistema dominado por la inteligencia artificial, donde el valor de la información se mide en datos, no en derechos.
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