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Una encuesta global realizada por Sinch, reveló que los consumidores mexicanos muestran una mayor disposición a adoptar soluciones de inteligencia artificial en el servicio al cliente.
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A pesar de esta adopción y preferencia, los chatbots aún enfrentan altos niveles de insatisfacción debido a la falta de integración en los canales de soporte.
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El 83 % de las empresas ya considera la IA como una prioridad estratégica.
La inteligencia artificial ha revolucionado la manera en que empresas y personas manejan procesos cotidianos, desde automatizar tareas simples hasta transformar industrias enteras. Sin embargo, este avance también ha puesto en evidencia que la adopción de tecnologías inteligentes sin una adecuada supervisión puede acarrear riesgos considerables que alteren la privacidad de todo tipo de empresas, inclusive las más reconocidas.
Tal es el caso de McDonald’s, que experimentó un revés que ejemplifica esta realidad. La cadena de comida rápida utiliza un chatbot llamado Olivia para gestionar las primeras etapas de reclutamiento, simplificando y acelerando el contacto con millones de aspirantes. Lo que parecía un salto hacia la eficiencia se vio empañado por una vulnerabilidad básica: una contraseña extremadamente débil y básica como (“123456”) que permitió a hackers acceder sin esfuerzo a la información personal de 64 millones de solicitantes.
Esta brecha expuso datos sensibles como nombres completos, correos electrónicos y números telefónicos, poniendo en riesgo la privacidad de quienes confiaron su información en un sistema automatizado. El incidente no solo revela un fallo técnico, sino también una posible desconexión entre la innovación tecnológica y las medidas elementales de seguridad.
Más allá de la falla puntual, este caso invita a reflexionar sobre los límites de la confianza depositada en la inteligencia artificial. La lección más valiosa puede no ser únicamente la necesidad de proteger sistemas con buenas prácticas, sino entender que la automatización, por avanzada que sea, no puede ni debe funcionar sin la supervisión humana constante y rigurosa, esto quiere decir, no crear una dependencia por completo en las mismas.
Delegar procesos enteramente a la IA sin controles adecuados abre la puerta a vulnerabilidades evitables. Si bien, la tecnología es una herramienta poderosa, su seguridad depende de la cautela y responsabilidad con la que la implementemos, especialmente si involucramos información personal de terceros.
El auge empresarial de la IA
Un informe de Grand View Research proyecta que el mercado global de IA alcance un valor de casi 400 mil millones de dólares en 2025, con una tasa de crecimiento anual cercana al 36 % hasta 2030. Parte de este crecimiento está impulsado por el auge de los chatbots conversacionales, herramientas que gracias a modelos de lenguaje avanzados pueden mantener conversaciones fluidas, resolver dudas comunes e incluso procesar solicitudes complejas en tiempo real.
En términos de adopción, estudios como el de McKinsey señalan que el 83 % de las empresas ya considera la IA como una prioridad estratégica. El uso de asistentes conversacionales puede generar retornos sobre la inversión superiores al 100 % y aumentar significativamente los niveles de satisfacción de los clientes. Otro análisis, publicado por Stanford y el MIT, mostró que la implementación de herramientas conversacionales con IA incrementó en casi 14 % la cantidad de interacciones exitosas entre agentes y clientes.
La popularidad de los chatbots radica en su capacidad para ofrecer atención continua las 24 horas del día, los 7 días de la semana, brindar respuestas instantáneas y liberar al personal humano de tareas repetitivas. No obstante, su uso masivo también ha generado frustración entre los usuarios cuando estos sistemas no comprenden adecuadamente las solicitudes, ofrecen respuestas imprecisas o resultan demasiado impersonales.
Aunque los chatbots aún están lejos de sustituir por completo la interacción humana, su crecimiento refleja claramente cómo la inteligencia artificial está redefiniendo la manera en que nos comunicamos, informamos y atendemos nuestras necesidades. El verdadero desafío consiste en encontrar un equilibrio entre la eficiencia tecnológica y la calidez humana, sin perder de vista la ética, la transparencia y la calidad en la experiencia del usuario.
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