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En el primer trimestre de 2025, el 71% de la financiación de capital riesgo en Estados Unidos se destinó a startups de IA.
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Se espera que las inversiones en IA continúen dominando el espacio de capital riesgo, a medida que surjan nuevas aplicaciones y modelos de negocio sostenibles.
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Gracias a una ronda de financiación récord de 40.000 millones de dólares anunciada por OpenAI, las empresas respaldadas por capital de riesgo con sede en EE. UU. recaudaron 80.000 millones de dólares.
El capital de riesgo en Estados Unidos atraviesa un momento de transformación, y la inteligencia artificial (IA) se ha consolidado como su principal motor. Lo que hace apenas tres años representaba poco más de una cuarta parte de la financiación total para startups, hoy concentra la mayor parte de la inversión.
Según cifras de Crunchbase analizadas por EY, la IA captó el 71% de la inversión en el primer trimestre de 2025. Su participación ha tenido un salto significativo del 26% en 2023 al 45% en 2024, para ahora superar los dos tercios del total. Estos números confirman que la fiebre por la IA no solo continúa, sino que se muestra como el recurso más confiable para los inversionistas en un contexto global marcado por la incertidumbre económica.
La tendencia no se limita a grandes nombres como OpenAI, cuya operación marcó uno de los hitos del trimestre. De hecho, seis de las diez transacciones más relevantes en los primeros meses del año estuvieron ligadas a tecnologías impulsadas por IA, desde desarrolladores de modelos hasta plataformas que integran estas capacidades en productos y servicios de consumo. Para los fondos de capital riesgo, el atractivo está en un mercado que combina innovación acelerada, escalabilidad global y la promesa de disrupción en prácticamente todos los sectores.
Sin embargo, el apetito inversor está evolucionando. Mientras que en los últimos años gran parte del capital se destinó a cimentar las bases del ecosistema, desarrollar y entrenar modelos, crear infraestructura y ampliar la capacidad computacional, ahora la atención comienza a desplazarse hacia la “capa de aplicación”, el terreno donde la IA se integra en soluciones concretas que transforman industrias.
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Este movimiento abre la puerta a startups que no necesariamente construyen la tecnología desde cero, pero que encuentran formas ingeniosas y rentables de aplicarla en nichos como salud, logística, educación, finanzas o entretenimiento.
El auge actual no es una moda pasajera, sino el inicio de una nueva fase de madurez para la inversión tecnológica. A medida que la IA se convierte en un estándar, las oportunidades se multiplicarán en empresas capaces de generar valor tangible y modelos de negocio sostenibles. El capital de riesgo, históricamente volátil, parece haber encontrado en la inteligencia artificial un refugio estable y con proyección de largo plazo. Y, por ahora, todo indica que seguirá siendo la apuesta ganadora para quienes buscan no solo rendimientos rápidos, sino también un asiento en la mesa del futuro.
Algo importante a destacar es que, con una ronda histórica de 40.000 millones de dólares anunciada por OpenAI el 31 de marzo, el capital de riesgo en Estados Unidos registró un repunte que rompió tendencias. En el primer trimestre de 2025, las startups respaldadas por inversionistas lograron captar 80.000 millones de dólares, el nivel más alto desde el primer trimestre de 2022 y más del doble de lo invertido en el mismo periodo de 2024.
La situación evidencia una dependencia creciente del sector hacia las inversiones en inteligencia artificial, capaces de mover de forma desproporcionada los indicadores globales. Si bien esta concentración revela la fe de los inversionistas en el potencial de la IA para transformar industrias, también plantea interrogantes: ¿qué tan sostenible es un mercado que necesita de operaciones multimillonarias puntuales para mostrar crecimiento?
En este contexto, el capital de riesgo parece oscilar entre dos fuerzas: la atracción casi inevitable hacia los gigantes de la IA, que concentran el talento y la infraestructura necesarios para liderar la próxima ola tecnológica, y la necesidad de diversificar el portafolio para evitar una dependencia excesiva de unas pocas apuestas. La próxima gran incógnita será si las rondas futuras podrán mantener este nivel de espectacularidad o si el mercado volverá a una senda de crecimiento más moderado, pero más distribuido entre diferentes sectores y actores emergentes.
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