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Según el Edelman Trust Barometer 2024, 76% de los consumidores dejaría de comprar a una marca si descubre que actúa de forma poco ética.
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Más del 50% de las empresas analizadas en el “2024 Global Human Rights Benchmark” carecen de controles efectivos para detectar abusos en sus cadenas de suministro.
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La moda es una de las industrias más observadas por su historial de subcontratación intensiva, lo que la convierte en un sector especialmente vulnerable si descuida la RSE.
La reciente sanción de 3,5 millones de euros impuesta por la autoridad antimonopolio italiana al grupo Giorgio Armani, debido a prácticas comerciales desleales, pone de manifiesto un problema que va más allá de una simple multa: el peligro que representa para las empresas no asumir plenamente la responsabilidad social empresarial (RSE) en toda su cadena de valor.
Aunque Armani ha destacado en sus comunicaciones el compromiso con la sostenibilidad, utilizándola incluso como un argumento clave en su estrategia de marketing, esta sanción evidencia que la responsabilidad social debe trascender los discursos y campañas publicitarias.
Y es que, la investigación antimonopolio de Italia reveló que supuestamente proveedores externos subcontrataron a terceros que empleaban mano de obra en condiciones ilegales y precarias en términos de salud y seguridad, una práctica que afecta la integridad del grupo y su reputación global.
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Este caso demuestra que la transparencia y la vigilancia en toda la cadena productiva son elementos fundamentales para una verdadera gestión ética y sostenible. La responsabilidad social empresarial no puede limitarse a la superficie ni a la comunicación hacia el consumidor; debe integrarse de manera profunda y sistemática en los procesos operativos y en las relaciones con proveedores y colaboradores.
Además, la reacción del grupo Armani, que calificó la decisión como injusta y anunció que apelará, muestra el choque entre el enfoque tradicional de gestión empresarial y las crecientes demandas regulatorias y sociales que exigen una rendición de cuentas más estricta. Cada vez es más notorio que los consumidores y reguladores ponen más atención a las empresas y valoran aspectos como la ética corporativa, por lo que ignorar estos aspectos puede traducirse en consecuencias económicas, legales y reputacionales severas.
Esta amonestación hacia Armani es una llamada de atención para todas las empresas, especialmente en sectores altamente visibles y con cadenas complejas, sobre la imperiosa necesidad de consolidar la responsabilidad social empresarial como una base estratégica, y no solo como una herramienta de imagen. Solo así podrán mitigar riesgos, fortalecer la confianza de sus stakeholders y garantizar un desarrollo sostenible y equitativo.
La importancia de la RSE como estrategia de marca
En los últimos años, la responsabilidad social empresarial (RSE) se ha convertido en un componente estratégico clave para las compañías que buscan mantenerse competitivas y relevantes en un entorno marcado por consumidores más informados y regulaciones más estrictas. Ya no basta con promover productos o servicios de calidad, las empresas deben demostrar compromiso ético, transparencia y sostenibilidad a lo largo de toda su cadena de valor.
Un estudio de Edelman Trust Barometer 2024 reveló que el 63% de los consumidores globales esperan que las marcas tomen una posición activa frente a los problemas sociales, y el 76% afirma que dejaría de comprar productos de una compañía si se entera de que esta actúa de manera poco ética. Esto ha impulsado una presión creciente para que las empresas supervisen no solo sus prácticas internas, sino también las de sus proveedores y socios externos.
Por su parte, el informe “2024 Global Human Rights Benchmark” desarrollado por la World Benchmarking Alliance señala que más del 50% de las empresas evaluadas a nivel mundial carecen de mecanismos efectivos para detectar violaciones de derechos laborales en sus cadenas de suministro. Esta falta de supervisión expone a las compañías a riesgos legales, reputacionales y financieros cada vez más difíciles de contener.
Además, organismos internacionales como la Organización Internacional del Trabajo (OIT) han advertido sobre el impacto que tienen las prácticas laborales irregulares en sectores como la moda, la tecnología o la alimentación, industrias que suelen operar con complejas redes de subcontratación. Según la OIT, más de 160 millones de niños trabajan actualmente en el mundo, y muchas veces están vinculados indirectamente a marcas reconocidas que no logran auditar adecuadamente a sus proveedores.
En este escenario, las estrategias de RSE no pueden seguir siendo superficiales ni reducidas a campañas de marketing verde o iniciativas aisladas de filantropía. La transparencia, la trazabilidad de las cadenas de producción y la implementación de auditorías independientes son ahora elementos básicos para cualquier empresa que quiera evitar sanciones regulatorias y preservar su reputación frente a inversionistas, consumidores y organismos internacionales.
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