
La movilidad del futuro está cada vez más cerca de la realidad cotidiana. Los vehículos autónomos, especialmente los robotaxis, comienzan a formar parte del paisaje urbano en diversas ciudades del mundo. Sin embargo, su adopción varía mucho según la región, condicionada por factores tecnológicos, regulatorios y sociales.
En Estados Unidos, la carrera por ofrecer vehículos autónomos gana terreno. Precisamente Tesla ha dado el siguiente paso al lanzar un servicio piloto en Austin, Texas, aunque aún con supervisión humana para garantizar la seguridad. Por su parte, Waymo, uno de los pioneros en esta tecnología, continúa expandiendo sus servicios en varias metrópolis como San Francisco, Los Ángeles y recientemente Atlanta, consolidando su presencia en el mercado.
En Asia, especialmente en China, el panorama es aún más avanzado. Empresas tecnológicas como Baidu operan con cientos de robotaxis en ciudades como Pekín, Shanghái y Shenzhen, donde las flotas crecen rápidamente. En estos mercados, el transporte autónomo no es un experimento aislado, sino una oferta real para el usuario común, aunque todavía sujeta a ciertas limitaciones de zona y horario. La expansión hacia otros países, como Emiratos Árabes Unidos, también muestra la ambición global de estas compañías.
No obstante, el despliegue de robotaxis no está exento de retos y críticas, pues la necesidad de conductores de seguridad, la supervisión remota y los incidentes registrados reflejan que el camino hacia la autonomía total es gradual y requiere equilibrio entre innovación y responsabilidad. Casos como la retirada de proyectos en ciudades estadounidenses tras accidentes resaltan la importancia de ajustar normativas y mejorar la tecnología antes de un despliegue masivo.
Así, la realidad de los robotaxis es un reflejo de la complejidad tecnológica y social que implica cambiar la forma en que nos movemos.
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